miércoles, 29 de diciembre de 2010

El Estrés no es moderno

Tres días y tres noches estuvo don Quijote con Roque, y si estuviera trecientos años, no le faltara qué mirar y admirar en el modo de su vida: aquí amanecían, acullá comían; unas veces huían, sin saber de quién, y otras esperaban, sin saber a quién; dormían en pie, interrompiendo el sueño, mudándose de un lugar a otro. Todo era poner espías, escuchar centinelas, soplar las cuerdas de los arcabuces, aunque traían pocos, porque todos se servían de pedreñales. Roque pasaba las noches apartado de los suyos, en partes y lugares donde ellos no pudiesen saber dónde estaba, porque los muchos bandos que el visorrey de Barcelona había echado sobre su vida le traían inquieto y temeroso, y no se osaba fiar de ninguno, temiendo que los mismos suyos o le habían de matar o entregar a la justicia. Vida, por cierto, miserable y enfadosa.

En el Discurso de las Armas y las Letras don Quijote señala la superioridad de las Armas sobre las Letras; aquí las tenemos expuestas sin ideología; no es nuestro ejército, los buenos, ni el de los enemigos, los malos, es la expresión de las actividades objetivas que conlleva la guerra, “que es lo mismo las armas que la guerra”, según nos señala Cervantes.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

El cargo

"Mostraron afligirse los capitanes, entristecióse la señora regenta y no se holgaron nada los peregrinos, viendo la confiscación de sus bienes. Túvolos así un rato suspensos Roque, pero no quiso que pasase adelante su tristeza, que ya se podía conocer a tiro de arcabuz, y volviéndose a los capitanes dijo:...."

Primero: ¿es por ventura el Quijote solo una bufonada? se preguntaba Cohen, el maestro alemán de Ortega. Ortega en sus Meditaciones dice que el Quijote es el libro que más nos representa la vida, aún sin darnos las claves para entenderla. Estoy de acuerdo en que representa la vida; y de que es un error tratar de representarnosla según la mentalidad del loco don Quijote sino según la de su prudente autor, que es el que pinta, pone la inteligencia y la intención, los escenarios -las relaciones humanas- en las que se desenvuelve el héroe.

Roque Quinart nos dice cuando captura a don Quijote: "No estéis tan triste, buen hombre, porque no habéis caído en las manos de algún cruel Osiris, sino en las de Roque Guinart, que tienen más de compasivas que de rigurosas."

Y luego, "Yo de mi natural soy compasivo y bienintencionado"

Llora a la muerte de Claudia Jerónima.

No solo lo dice, sino que lo hace (Cervantes lo escribe aquí debajo del gallo, "esto es un gallo", como el pintor Orbaneja): Hemos visto arriba como no soportó la tristeza de los que robaba.

Roque Guinart es la representación más intensa de lo humano. Sin embargo, al susurro inconformista de uno de sus hombres, le abre la cabeza.

¿Cómo se da este carácter en la misma persona? ¿Qué quiere decirnos Cervantes al desdoblar así sus motivos? Las circunstancias, nos diría Ortega.

Necesitamos dejar de llamar circunstancias a las relaciones humanas como para que no jueguen con nosotros como el viento con la hierba.

El motivo por el que Roque se emplea tan rápidamente y tan a fondo, tan fuera de su naturaleza, es su condición de jefe de la banda. Los jefes, especialmente los militares, tienen que contar con la severidad entre sus recursos.

La cuestión no está, sin embargo, en la ilustración de la circunstancia, sino en el análisis de la naturaleza humana desdoblándola; enfrentándola a una supuesta integral naturaleza mala del hombre por la experiencia en el mundo.

Algunos autores han visto en el Quijote ese desdoblamiento de los motivos de las personas, como humanas y en función del cargo que ejercen, como por ejemplo V. Llorens en su Historia y ficción en el Quijote


El cargo. De parte del reparto.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Una nueva presa

Llegaron en esto los escuderos de la presa, trayendo consigo dos caballeros a caballo y dos peregrinos a pie, y un coche de mujeres con hasta seis criados, que a pie y a caballo las acompañaban, con otros dos mozos de mulas que los caballeros traían. Cogiéronlos los escuderos en medio, guardando vencidos y vencedores gran silencio, esperando a que el gran Roque Guinart hablase; el cual preguntó a los caballeros que quién eran y adónde iban y qué dinero llevaban. Uno dellos le respondió:

—Señor, nosotros somos dos capitanes de infantería española; tenemos nuestras compañías en Nápoles y vamos a embarcarnos en cuatro galeras que dicen están en Barcelona con orden de pasar a Sicilia; llevamos hasta docientos o trecientos escudos, con que a nuestro parecer vamos ricos y contentos, pues la estrecheza ordinaria de los soldados no permite mayores tesoros.

Preguntó Roque a los peregrinos lo mesmo que a los capitanes; fuele respondido que iban a embarcarse para pasar a Roma y que entre entrambos podían llevar hasta sesenta reales. Quiso saber también quién iba en el coche y adónde, y el dinero que llevaban, y uno de los de a caballo dijo:
—Mi señora doña Guiomar de Quiñones, mujer del regente de la Vicaría de Nápoles, con una hija pequeña, una doncella y una dueña, son las que van en el coche; acompañámosla seis criados, y los dineros son seiscientos escudos.

—De modo —dijo Roque Guinart— que ya tenemos aquí novecientos escudos y sesenta reales: mis soldados deben de ser hasta sesenta; mírese a cómo le cabe a cada uno, porque yo soy mal contador.

Oyendo decir esto los salteadores, levantaron la voz, diciendo:

—¡Viva Roque Guinart muchos años, a pesar de los lladres que su perdición procuran!

Mostraron afligirse los capitanes, entristecióse la señora regenta y no se holgaron nada los peregrinos, viendo la confiscación de sus bienes. Túvolos así un rato suspensos Roque, pero no quiso que pasase adelante su tristeza, que ya se podía conocer a tiro de arcabuz, y volviéndose a los capitanes dijo:

—Vuesas mercedes, señores capitanes, por cortesía, sean servidos de prestarme sesenta escudos, y la señora regenta ochenta, para contentar esta escuadra que me acompaña, porque el abad, de lo que canta yanta, y luego puédense ir su camino libre y desembarazadamente, con un salvoconduto que yo les daré, para que si toparen otras de algunas escuadras mías que tengo divididas por estos contornos, no les hagan daño, que no es mi intención de agraviar a soldados ni a mujer alguna, especialmente a las que son principales.

Infinitas y bien dichas fueron las razones con que los capitanes agradecieron a Roque su cortesía y liberalidad, que por tal la tuvieron, en dejarles su mismo dinero. La señora doña Guiomar de Quiñones se quiso arrojar del coche para besar los pies y las manos del gran Roque, pero él no lo consintió en ninguna manera, antes le pidió perdón del agravio que le había hecho forzado de cumplir con las obligaciones precisas de su mal oficio. Mandó la señora regenta a un criado suyo diese luego los ochenta escudos que le habían repartido, y ya los capitanes habían desembolsado los sesenta. Iban los peregrinos a dar toda su miseria, pero Roque les dijo que se estuviesen quedos y, volviéndose a los suyos, les dijo:

—Destos escudos dos tocan a cada uno, y sobran veinte: los diez se den a estos peregrinos, y los otros diez a este buen escudero, porque pueda decir bien de esta aventura.

Y trayéndole aderezo de escribir, de que siempre andaba proveído, Roque les dio por escrito un salvoconduto para los mayorales de sus escuadras y, despidiéndose dellos, los dejó ir libres y admirados de su nobleza, de su gallarda disposición y estraño proceder, teniéndole más por un Alejandro Magno que por ladrón conocido. Uno de los escuderos dijo en su lengua gascona y catalana:
—Este nuestro capitán más es para frade que para bandolero: si de aquí adelante quisiere mostrarse liberal, séalo con su hacienda, y no con la nuestra.

No lo dijo tan paso el desventurado, que dejase de oírlo Roque, el cual, echando mano a la espada, le abrió la cabeza casi en dos partes, diciéndole:

—Desta manera castigo yo a los deslenguados y atrevidos.
Pasmáronse todos y ninguno le osó decir palabra: tanta era la obediencia que le tenían.


Sin embargo, ahora el reparto no satisface a uno de sus escuderos, quien protesta. Motivo por el que Roque Quinart, como un rayo le abre la cabeza casi en dos partes.

jueves, 16 de diciembre de 2010

El reparto

Que la justicia distributiva o reparto sea lo que importa, se me ocurrió en el post anterior sin reparar en que Cervantes lo trata:

“Mandóselos volver al punto Roque Guinart y, mandando poner los suyos en ala, mandó traer allí delante todos los vestidos, joyas y dineros y todo aquello que desde la última repartición habían robado; y haciendo brevemente el tanteo, volviendo lo no repartible y reduciéndolo a dineros, lo repartió por toda su compañía, con tanta legalidad y prudencia, que no pasó un punto ni defraudó nada de la justicia distributiva. Hecho esto, con lo cual todos quedaron contentos, satisfechos y pagados, dijo Roque a don Quijote:
—Si no se guardase esta puntualidad con estos, no se podría vivir con ellos.
A lo que dijo Sancho:
—Según lo que aquí he visto, es tan buena la justicia, que es necesaria que se use aun entre los mesmos ladrones”.

Como dije, este libro no está escrito para los intelectuales, sujetos como están a ilustrar la justicia distributiva, sino para la inteligencia que se usa en las relaciones internacionales. Lo acaba de decir Solana; que los actores son, por lo menos todavía, los estados.


Y aparte. Tenemos que pensar que la escena tuvo lugar realmente o fue una invención del autor. El intelectual buscaría una referencia intelectual, que Roque era más caco que Caco; el inteligente busca una referencia fáctica; las expresiones sagradas, según sean puestas en situación, dan risa. o al menos pierden aquel explendor que las hace inviolables. Porque la realidad no la capta, inmoviliza, ninguna expresión.

Así, lo que Cervantes hace es crear escenarios de risa. Pero no para hacer reir, sino para defenderse....je je je

martes, 14 de diciembre de 2010

Lo que nos diferencia

Te escribo de prisa, por no perderte.

No llegamos a ninguna conclusión en el caso del pastor y el labrador. En efecto, el Quijote es un libro que no dice, sino que pregunta. Así que es lógico que los que lo han interpretado se han equivocado, ¡qué gracioso! porque la verdad es una, y el resto son disparates.

Vamos a ver si podemos nosotros sacar en limpio la verdad del proto-quijote, que va a dar sentido a las aventuras que se le añaden:

Los libros vuelven loco a don Quijote al creerse que representan el mundo real; adopta el mismo la actitud de un personaje de éstos, se hace armar caballero y se dispone a instaurar la justicia en el mundo. Ya hemos visto como la “impone” aunque viene a salirle mal como para que lo lleven para el arrastre de vuelta a casa. Allí su familia, el ama y la sobrina, deciden quemar su biblioteca que consideran culpable de su locura. Acertadamente piensan que esas historias de los caballeros y sus ideales de justicia y amoríos son disparates y llenan el mundo del caos. Más le vale, dicen, que se ocupe de su hacienda. Llegan el cura y el barbero y en lugar de quemar todos los libros, no solo de caballería, sino los que le da la gana nombrar al autor de diversos géneros, queman la mayoría y salvan los que más les gustan.

Otra vez, ¿en qué quedamos respecto a los libros, aunque fueran solo de caballerías?

Los libros, vehículos de las creencias, se publican y se conservan en función de que aclamen a su patrocinador; en el caso de la Ilíada y la Odisea, para mayor gloria de los invasores griegos, en especial de sus líderes los espartanos, en la Eneida de los romanos, en especial de la casa Julia y así todos los que son y en el mundo han sido (querido lector, te recomiendo el prólogo, donde se hace justicia de los libros en general también). Con ellos sucede como con la imposición de una justicia –aquella a favor de Andrés- o de una sumisión –la de los comerciantes a favor de Dulcinea-, que se impone desde la potencia. Cómo no puede ser de otra manera, todos son ideológicos. La única diferencia, el motivo por el que los salvan el cura y el barbero está en su valor artístico, humano.

Pero este libro, el Quijote, en lugar de decir, pregunta: La razón la llevan enteramente las mujeres, pero lo cierto es que no hay paz, justicia, en el mundo como para que nadie se preocupe por alcanzarla.

De modo que, a fin de cuentas, el motivo por el que este libro no se interpreta bien es porque no ha alcanzado su objetivo; desideologizar la realidad. Aquellos que lo interpretaban estaban haciendo ideología (esto no es culpa ya del autor). Es preciso leer el Quijote en su misma frecuencia para poder interpretarlo correctamente; ¿quién entre los creyentes que lo interpretan les puede interesar juzgar si se ríe de la religión? Y, peor, ¿quién puede decir que el Quijote cuestiona al arma, al estado? si tiene opinión porque éste se la consiente.

En efecto, el Quijote propiamente trata sobre algo que no nos está permitido pensar; la inversión más grande de la humanidad en todo tiempo y lugar. Como tal, un arma no se distingue de un/otra arma, pero nos vemos condenados a diferenciarlas. Cervantes viajó mucho, vió mucho y aprendió como todos somos iguales, nuestra distinción es el arma a la que pertenecemos que nos impone su grandeza, quiero decir su disparate.

La religión, los libros de caballería, han sido sustituidos por los de economía para entontecer al mundo; sus predicadores son ahora los mejor remunerados, pero todos sabemos en que se gasta todo, como se arruina todo, por qué se trabaja.

Con todo, la única cuestión es el reparto.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Quienes éramos nosotros

Frente a la vida ociosa de los caballeros andantes o aventureros, Cervantes quiere escribirnos como es la vida real, pero advierte que el libro pertenece a los caballeros andantes, viajeros, que apenas hacen sus necesidades, consumen mucho y contribuyen muy poco.

Sería, en efecto tedioso, dar cuenta de todos los actos que llevamos a cabo para vivir; que en los libros solo son escenerio de otros acontecimientos; la comida con los condes, el deseo de hacer pis en el carro encantado, morirse (en otros libros se queda otro de protagonista).

Nuestra existencia se da por hecha, pero no asegurada, es la misma vida que los animales. Si no dáis de comer a un animal doméstico se muere, porque no vale servirse por si mismo, y así dependemos todos unos de otros. Y no nos parece bien que haya leones en nuestra especie manipuladora.

Que los caballeros no pudieran volar en la vida real se ha convertido en una mentira. Podemos volar todos. A las estrellas.

martes, 7 de diciembre de 2010

Quien somos nosotros

—"Así es verdad —dijo Andrés—, pero este mi amo ¿de qué obras es hijo, pues me niega mi soldada y mi sudor y trabajo?

—No niego, hermano Andrés —respondió el labrador—, y hacedme placer de veniros conmigo, que yo juro por todas las órdenes que de caballerías hay en el mundo de pagaros, como tengo dicho, un real sobre otro, y aun sahumados.

—Del sahumerio os hago gracia —dijo don Quijote—: dádselos en reales, que con eso me contento; y mirad que lo cumpláis como lo habéis jurado: si no, por el mismo juramento os juro de volver a buscaros y a castigaros, y que os tengo de hallar, aunque os escondáis más que una lagartija. Y si queréis saber quién os manda esto, para quedar con más veras obligado a cumplirlo, sabed que yo soy el valeroso don Quijote de la Mancha, el desfacedor de agravios y sinrazones, y a Dios quedad, y no se os parta de las mientes lo prometido y jurado, so pena de la pena pronunciada.

Y, en diciendo esto, picó a su Rocinante y en breve espacio se apartó dellos. Siguióle el labrador con los ojos y, cuando vio que había traspuesto del bosque y que ya no parecía, volvióse a su criado Andrés y díjole:

—Venid acá, hijo mío, que os quiero pagar lo que os debo, como aquel desfacedor de agravios me dejó mandado.

—Eso juro yo —dijo Andrés—, y ¡cómo que andará vuestra merced acertado en cumplir el mandamiento de aquel buen caballero, que mil años viva, que, según es de valeroso y de buen juez, vive Roque que si no me paga, que vuelva y ejecute lo que dijo!

—También lo juro yo —dijo el labrador—, pero, por lo mucho que os quiero, quiero acrecentar la deuda, por acrecentar la paga.

Y, asiéndole del brazo, le tornó a atar a la encina, donde le dio tantos azotes, que le dejó por muerto".

Mentir -> no cumplir lo prometido -> confesar: Se obliga a confesar por la fuerza y luego se exige cumplir lo prometido.

Los hechos: Don Quijote hace confesar y prometer en el acto pero no puede hacer cumplir, porque el castigo queda dudoso.

Don Quijote es consciente de ello y apela entonces al juramento de Juan, a quien toma por caballero, esto es; tiene que cumplir su palabra incondicionalmente -ya que de otro modo, como caballero, habiera dado la vida por defenderla -defender su espíritu- antes que generarla por sumisión -como los villanos. Ahí tenemos a los caballeros.

El propósito de Cervantes es acabar con esos libros de caballería, los libros que hablan de defender un tal espíritu hasta la muerte. Lo que no significa que podamos entonces que incumplir las promesas o mentir, sino todo lo contrario, pues necesitamos cooperar, pero utilizando otro criterio; la razón, el sentido común y no el de un espíritu ensimismado, sino de uno abierto y libre que resulta de la comunidad con los demás.

En contra de lo que suponemos tener derecho como lectores, el autor aquí no nos dice o da indicios claros de lo que en realidad pasa; el labrador no paga pero pega, el pastor pierde las ovejas, ¿las roba? ¿se cobra con ellas? Ignoramos lo que realmente haya detrás de lo que acabamos de presenciar. Ahora pensemos este escenario desde el punto de vista del autor (el Dios, que lo sabe todo, pero que solo nos da a conocer lo que nos conviene para el caso). En efecto, tenemos que concentrarnos en este proceso, más que en el hecho propiamente delictivo que el juicio pueda luego sancionar. Ese proceso es simplemente la evolución, el cambio en el juego de fuerzas.

Hemos podido apreciar que la justicia necesita una buena red para poder implementar la ley. Pero este sistema tan poderoso de justicia que apenas deja resquicio, ¿se ocupa realmente de la justicia o de hacer confesar?. Es el poder de esa justicia la que lleva a los pobres a dar a los ricos y esa práctica la llamamos y nos creemos que es la justicia.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Quien somos nosotros

Te lo digo ahora. Verás que esfuerzo se exige:

—El daño está, señor caballero, en que no tengo aquí dineros: véngase Andrés conmigo a mi casa, que yo se los pagaré un real sobre otro.

—¿Irme yo con él? —dijo el muchacho—. Mas ¡mal año! No, señor, ni por pienso, porque en viéndose solo me desuelle como a un San Bartolomé.

—No hará tal —replicó don Quijote—: basta que yo se lo mande para que me tenga respeto; y con que él me lo jure por la ley de caballería que ha recebido, le dejaré ir libre y aseguraré la paga.

—Mire vuestra merced, señor, lo que dice —dijo el muchacho—, que este mi amo no es caballero, ni ha recebido orden de caballería alguna, que es Juan Haldudo el rico, el vecino del Quintanar.

—Importa poco eso —respondió don Quijote—, que Haldudos puede haber caballeros; cuanto más, que cada uno es hijo de sus obras.

Es ahora el muchacho el que desconfia de Juan afirmando que miente. Don Quijote le adjudica un juramento que asume, sin duda, se verá obligado a cumplir.

¿Cumplir qué? Pagarle. ¿Por qué es rico además? Tu quieres ser rico. Pues ya está..

En realidad, todos necesitamos pasta.

¿Qué quiere decir don Quijote diciendo que cada uno es hijo de sus obras?
Qué si, como se entiende, si has hecho algo malo ya eres malo.
Nope. Que naces cada vez que actúas. Que siempres puedes cambiar.

¿Cuál es el problema entonces?

domingo, 28 de noviembre de 2010

Quienes somos nosotros

Don Quijote está haciendo experiencia de la verdad, ha salido a buscar aventuras para poner en claro lo oscuro de los libros. Por eso:

—¿«Miente» delante de mí, ruin villano? —dijo don Quijote—. Por el sol que nos alumbra, que estoy por pasaros de parte a parte con esta lanza. Pagadle luego sin más réplica; si no, por el Dios que nos rige, que os concluya y aniquile en este punto. Desatadlo luego.

El labrador bajó la cabeza y, sin responder palabra, desató a su criado, al cual preguntó don Quijote que cuánto le debía su amo. Él dijo que nueve meses, a siete reales cada mes. Hizo la cuenta don Quijote y halló que montaban setenta y tres reales, y díjole al labrador que al momento los desembolsase, si no quería morir por ello. Respondió el medroso villano que para el paso en que estaba y juramento que había hecho —y aún no había jurado nada—, que no eran tantos, porque se le habían de descontar y recebir en cuenta tres pares de zapatos que le había dado, y un real de dos sangrías que le habían hecho estando enfermo.

—Bien está todo eso —replicó don Quijote—, pero quédense los zapatos y las sangrías por los azotes que sin culpa le habéis dado, que, si él rompió el cuero de los zapatos que vos pagastes, vos le habéis rompido el de su cuerpo, y si le sacó el barbero sangre estando enfermo, vos en sanidad se la habéis sacado; ansí que por esta parte no os debe nada.

Es en este punto cuando vemos el efecto práctico de la poco inocente imposición de la opinión, que se determina como verdad y como justicia; lo que corresponde a cada uno (en contantes y sonantes reales).

Pero, más aún, muchos autores explican o incluso corrigen el erróneo cálculo de don Quijote (7x9=73), claramente no están leyendo este libro sino otro que se imaginan. ¿Qué suponen que se está tratando aquí, en este pasaje, como para explicar ese punto? De este modo además siembran la confusión, aturden al lector que acaba por no saber que lee, si el Quijote, el BOE o el Principito.

Según esa lógica anárquica, igualmente podríamos añadir otra nota al pie y considerar una asociación incorrecta e inadmisible la de la sangría y el cuero de los zapatos con la piel y sangre derramada de Andrés. El Quijote asume e implica el sentido común. Esto es todo. Insisto, ¿acaso no es NUESTRO sentido común también el que nos advierte, y no el autor, que Juan traga porque tiene la punta de la lanza revoloteandole alrededor, tal como cantaba Andrés antes a la música de sus latigazos?

Pero no quisiera yo desafiar aquí a otros intérpretes, pues no lograría mi propósito y me sucedería igual que a Cervantes, que queriendo proponer el sentido común al mundo, ofende a los encargados del orden, el respeto y la seriedad. Y cuando les pide perdón ya no parece sincero, pues hay que limitarse a cantar. De los salarios no nos podemos reir.

Vayamos a otro asunto:
Si éste se atreve a despreciar así la matemática, que extraño es que blasfeme. Pero, vamos a ver, ¿tiene algo que ver lo que uno diga, incluso jure como el labrador, con que obre bien? De ninguna manera.

El medroso villano menciona haber hecho un no expresado juramento; se me ocurre que, como había tomado antes el nombre de Dios en vano -o, peor, para mentir, había estado entre tanto negociando con el Altísimo una compensación restitutiva, de modo que pudiera recuperar su gracia plena, sentirse menos medroso, animarse......

Menos mal que su interlocutor era un dios de los buenos, y no una de sus representaciones como ramita de arbol sagrado. Pero, bromas aparte, ¿podrá ser que hablemos así para entendernos, para comunicarnos, para solucionar algo? Si acaso una vez sinceramente queremos entendernos tendremos que hacer un puto esfuerzo...

No te digo más.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Quienes somos nosotros

"Y, volviendo las riendas, encaminó a Rocinante hacia donde le pareció que las voces salían, y, a pocos pasos que entró por el bosque, vio atada una yegua a una encina, y atado en otra a un muchacho, desnudo de medio cuerpo arriba, hasta de edad de quince años, que era el que las voces daba, y no sin causa, porque le estaba dando con una pretina muchos azotes un labrador de buen talle, y cada azote le acompañaba con una reprehensión y consejo. Porque decía:

—La lengua queda y los ojos listos.

Y el muchacho respondía:

—No lo haré otra vez, señor mío; por la pasión de Dios, que no lo haré otra vez, y yo prometo de tener de aquí adelante más cuidado con el hato.

Y viendo don Quijote lo que pasaba, con voz airada dijo:

—Descortés caballero, mal parece tomaros con quien defender no se puede; subid sobre vuestro caballo y tomad vuestra lanza —que también tenía una lanza arrimada a la encina adonde estaba arrendada la yegua—, que yo os haré conocer ser de cobardes lo que estáis haciendo.

El labrador, que vio sobre sí aquella figura llena de armas blandiendo la lanza sobre su rostro, túvose por muerto, y con buenas palabras respondió:

—Señor caballero, este muchacho que estoy castigando es un mi criado, que me sirve de guardar una manada de ovejas que tengo en estos contornos, el cual es tan descuidado, que cada día me falta una; y porque castigo su descuido, o bellaquería, dice que lo hago de miserable, por no pagalle la soldada que le debo, y en Dios y en mi ánima que miente."


Entre los comentaristas del Quijote, la mitad se centran en don Quijote, en su figura, su sicología, su evolución, etc. el resto lo hace en su autor. Me cuento entre éstos. El autor nos diseña escenarios en los que interviene el loco don Quijote para que nosotros apliquemos nuestro propio juicio, que será entonces el del autor. ¡Qué propuesta revolucionaria! Ésta es su manera de desafiar -pacificamente- a los libros de caballería, a los libros, a la publicidad en general, poniéndola a prueba, por tanto que en su discurso llevan implícita la violencia y la transmiten. Simplemente tenemos que inteligir los escenarios para comprender como pensamos en común, que no estamos locos como don Quijote, que no somos personajes sino personas.

La primera escena de esta primera aventura es la confesión de Andrés al objeto de, según pueda, detener la lluvia de latigazos. Eso no está escrito, pero ¿Se entiende así o no?.

Pero, aún antes. El labrador no se molesta en pegarle sin causa. Sino al objeto de que tenga la lengua queda y los ojos listos; que obedezca y vigile las ovejas que no falten.

Don Quijote le reta, ya que entiende que la opinión la modifica la violencia.

Y, más, basta la amenaza para que surta efecto, pues por ella el labrador modera su tono y justifica su proceder. Más incluso, llega a confesar él también. Como aquí estamos especulando, podemos decir que lo hace con una blasfemia.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Quién es don Quijote

La primera aventura de don Quijote, seguramente por larga, no está copiada ni apenas comentada en "Armas y Letras en la interpretación del Quijote". Vamos a verla.

Una vez que don Quijote sale armado caballero de la venta:

"No había andado mucho cuando le pareció que a su diestra mano, de la espesura de un bosque que allí estaba, salían unas voces delicadas, como de persona que se quejaba; y apenas las hubo oído, cuando dijo:
—Gracias doy al cielo por la merced que me hace, pues tan presto me pone ocasiones delante donde yo pueda cumplir con lo que debo a mi profesión y donde pueda coger el fruto de mis buenos deseos. Estas voces, sin duda, son de algún menesteroso o menesterosa que ha menester mi favor y ayuda.


Don Quijote tomó primero las armas y después se armó caballero porque, para hacer experiencia de mantener una opinión como en los libros, le eran necesarios los medios y el derecho para imponerla –otorgado éste con simplemente velar una noche aquellos.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Quien es Dulcinea

Bueno, la aventura con los comerciantes toledanos puede tener como referencia no solo la fallida invasión de Inglaterra, sino cualquier guerra; en su tiempo todas las del Imperio español que las hacía hacia todos los puntos cardinales: frente a los musulmanes, especialmente turcos, en el Mediterranéo, frente a los protestantes en Europa Central y anglicanos en Gran Bretaña, e igualmente por fidelizar a los americanos, africanos y asiático.

El encuentro con los toledanos nos permite confrontar y confirmar sus elementos con los que le llevan a Cervantes a crear un personaje que perdió el juicio de tanto leer las “entrincadas razones” de los libros que leía por las que “desvelábase por entenderlas y desentrañarlas el sentido, que no se lo sacara ni las entendiera el mesmo Aristóteles, si resucitara solo para ello”.

“En resolución, él se enfrascó tanto en su letura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro de manera que vino a perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encantamentos como de pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles; y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones”.

“En efeto, rematado ya su juicio, vino a dar en el más estraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra como para el servicio de su república, hacerse caballero andante y irse por todo el mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras y a ejercitarse en todo aquello que él había leído que los caballeros andantes se ejercitaban”.

A continuación se dio cuenta que no era suficiente todo lo que había hecho, pues comprendió la necesidad de una Dulcinea.

“Limpias, pues, sus armas, hecho del morrión celada, puesto nombre a su rocín y confirmándose a sí mismo, se dio a entender que no le faltaba otra cosa sino buscar una dama de quien enamorarse, porque el caballero andante sin amores era árbol sin hojas y sin fruto y cuerpo sin alma. Decíase él:
—Si yo, por malos de mis pecados, o por mi buena suerte, me encuentro por ahí con algún gigante, como de ordinario les acontece a los caballeros andantes, y le derribo de un encuentro, o le parto por mitad del cuerpo, o, finalmente, le venzo y le rindo, ¿no será bien tener a quien enviarle presentado, y que entre y se hinque de rodillas ante mi dulce señora, y diga con voz humilde y rendida: «Yo, señora, soy el gigante Caraculiambro, señor de la ínsula Malindrania, a quien venció en singular batalla el jamás como se debe alabado caballero don Quijote de la Mancha, el cual me mandó que me presentase ante la vuestra merced, para que la vuestra grandeza disponga de mí a su talante»

Don Quijote es el brazo armado, Dulcinea es la va a gestionar los recursos que el vencido pone a su diposición. Dulcinea es, por tanto, incuestionable, lo incuestionable.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Quien es Dulcinea

Comenzamos nuestro análisis de los capítulos del protoquijote con la segunda aventura. Recordemos la novela; don Quijote se vuelve loco de leer tantos libros de caballerías, se cree caballero andante, sale en busca de aventuras, llega a la venta donde se ordena caballero, su primera aventura es la del encuentro con Juan Haldudo dando latigazos a su pastor Andrés y su segunda aventura es la que copio aquí, su encuentro con los mercaderes toledanos (versión de Franciso Rico -Cervantes virtual):

"En esto, llegó a un camino que en cuatro se dividía, y luego se le vino a la imaginación las encrucijadas donde los caballeros andantes se ponían a pensar cuál camino de aquellos tomarían; y, por imitarlos, estuvo un rato quedo, y al cabo de haberlo muy bien pensado soltó la rienda a Rocinante, dejando a la voluntad del rocín la suya, el cual siguió su primer intento, que fue el irse camino de su caballeriza. Y, habiendo andado como dos millas, descubrió don Quijote un grande tropel de gente, que, como después se supo, eran unos mercaderes toledanos que iban a comprar seda a Murcia. Eran seis, y venían con sus quitasoles, con otros cuatro criados a caballo y tres mozos de mulas a pie. Apenas los divisó don Quijote, cuando se imaginó ser cosa de nueva aventura; y, por imitar en todo cuanto a él le parecía posible los pasos que había leído en sus libros, le pareció venir allí de molde uno que pensaba hacer. Y, así, con gentil continente y denuedo, se afirmó bien en los estribos, apretó la lanza, llegó la adarga al pecho y, puesto en la mitad del camino, estuvo esperando que aquellos caballeros andantes llegasen, que ya él por tales los tenía y juzgaba; y, cuando llegaron a trecho que se pudieron ver y oír, levantó don Quijote la voz y con ademán arrogante dijo:

—Todo el mundo se tenga, si todo el mundo no confiesa que no hay en el mundo todo doncella más hermosa que la Emperatriz de la Mancha, la sin par Dulcinea del Toboso.

Paráronse los mercaderes al son destas razones, y a ver la estraña figura del que las decía; y por la figura y por las razones luego echaron de ver la locura de su dueño, mas quisieron ver despacio en qué paraba aquella confesión que se les pedía, y uno dellos, que era un poco burlón y muy mucho discreto, le dijo:

—Señor caballero, nosotros no conocemos quién sea esa buena señora que decís; mostrádnosla, que, si ella fuere de tanta hermosura como significáis, de buena gana y sin apremio alguno confesaremos la verdad que por parte vuestra nos es pedida.

—Si os la mostrara —replicó don Quijote—, ¿qué hiciérades vosotros en confesar una verdad tan notoria? La importancia está en que sin verla lo habéis de creer, confesar, afirmar, jurar y defender; donde no, conmigo sois en batalla, gente descomunal y soberbia. Que ahora vengáis uno a uno, como pide la orden de caballería, ora todos juntos, como es costumbre y mala usanza de los de vuestra ralea, aquí os aguardo y espero, confiado en la razón que de mi parte tengo.

—Señor caballero —replicó el mercader—, suplico a vuestra merced en nombre de todos estos príncipes que aquí estamos que, porque no encarguemos nuestras conciencias confesando una cosa por nosotros jamás vista ni oída, y más siendo tan en perjuicio de las emperatrices y reinas del Alcarria y Estremadura, que vuestra merced sea servido de mostrarnos algún retrato de esa señora, aunque sea tamaño como un grano de trigo; que por el hilo se sacará el ovillo y quedaremos con esto satisfechos y seguros, y vuestra merced quedará contento y pagado; y aun creo que estamos ya tan de su parte, que, aunque su retrato nos muestre que es tuerta de un ojo y que del otro le mana bermellón y piedra azufre, con todo eso, por complacer a vuestra merced, diremos en su favor todo lo que quisiere.

—No le mana, canalla infame —respondió don Quijote encendido en cólera—, no le mana, digo, eso que decís, sino ámbar y algalia entre algodones; y no es tuerta ni corcovada, sino más derecha que un huso de Guadarrama. Pero vosotros pagaréis la grande blasfemia que habéis dicho contra tamaña beldad como es la de mi señora.

Y, en diciendo esto, arremetió con la lanza baja contra el que lo había dicho, con tanta furia y enojo, que si la buena suerte no hiciera que en la mitad del camino tropezara y cayera Rocinante, lo pasara mal el atrevido mercader. Cayó Rocinante, y fue rodando su amo una buena pieza por el campo; y, queriéndose levantar, jamás pudo: tal embarazo le causaban la lanza, adarga, espuelas y celada, con el peso de las antiguas armas. Y, entre tanto que pugnaba por levantarse y no podía, estaba diciendo:

—Non fuyáis, gente cobarde; gente cautiva, atended que no por culpa mía, sino de mi caballo, estoy aquí tendido."

A mi este capítulo me trae a la memoria a Felipe II y su intento de conquistar Inglaterra para someterla a la disciplina católica. Como Felipe II fue perjudicado y derrotado a causa de las tormentas que diezmaron la Armada Invencible, así tuvo don Quijote la mala suerte de que tropezara Rocinante, de otro modo es muy posible que hubieran acabado confensando unos y otros.

Lo comentaremos más detenidamente en el próximo post.

jueves, 18 de noviembre de 2010

El protoquijote

Posiblemente te hayan parecido muy extrañas y oscuras mis expresiones del post anterior. Disculpame, por favor, ten solo un poco de paciencia, voy a intentar explicar a que me refiero.

Primero de todo quiero señalar que el Quijote en su origen fue seguramente compuesto como novela ejemplar originalmente limitado a la primera salida, así está casi universalmente reconocido por sus estudiosos. Esto significa que la tesis/propuesta inicial de Cervantes al dar a luz a su caballero se expone en esa primera parte, el llamado protoquijote, y a esta salida le sumará luego más y más aventuras o experiencias, tanto en la continuación que da lugar a la primera parte completa como a la segunda parte entera. En esas aventuras añadidas se repetirán y expresarán siempre, en gran medida, la misma tesis desde diversas perspectivas.

Vamos pues a analizar esos primeros capítulos y veremos que está muy claro a lo que se refieren y servirán para explicar todo el Quijote, así como las raras expresiones del anterior post.

lunes, 15 de noviembre de 2010

El Quijote ensimismado (continuación)

Ironía. O indeterminación es el estilo del Quijote para muchos de sus comentaristas con buen criterio, sobre todo por su manía de cambiar a su acomodo los nombres. Cervantes pone en boca de su Quijote que el de Avellaneda, patrocinado por Lope, es peor que el suyo por confundir a Teresa Panza con Mary Gutiérrez, la mujer de Sancho. Nos vemos en la necesidad de decir los que hemos leído la primera parte del Quijote que Cervantes en este punto miente. No le importa mucho, solo quiere apuntar a la actitud jerarquizante, dependiente y limitada, del de Avellaneda/Lope.

Hemos rechazado arriba la locura y la sinrazón porque no servirá para entendernos –qué es de lo que se trata cuando nos comunicamos ¿no?- Los nombres sirven para confundirnos pues la comunicación es la transmisión de una experiencia.

A Cervantes no le importan los nombres porque no impone, no confirma, ninguno, escenifica las aventuras de don Quijote para burlarse de las representaciones rituales poniendonoslas a otra luz ¡Anatema! para hacernos libres de elegir lo que nos convenga. ¿Y como lo hace? Desafiando los nombres.

Necesitan inspiración los que combaten, pero los que queremos cooperar necesitamos entendimiento.

jueves, 11 de noviembre de 2010

El perro del hortelano y don Quijote

Buen número de los comentaristas del Quijote presentan a su protagonista como un avatar humano con lo que alabando su locura confiesan su propia sinrazón.

No. La locura o la sinrazón no pueden ser manifestación de lo humano sino al contrario. La ironía como estilo del Quijote es la prueba de lo que digo.

Cierto que al gran Lope de Vega no le hizo ninguna gracia el Quijote, pero fue precisamente por identificarse, como esos, con el apasionado caballero.

Lope de Vega, siendo ya cura tenía que escribir cartas de amor por encargo de su noble mecenas. Cuántas impertinencias se había visto en necesidad de escribir antes de ordenarse…

Propongo que le hagamos una sonriente estatua como patrono, santo y mártir, de Santa Ironía porque él lo vale ¿quién no gusta de bailar a su música?

domingo, 31 de octubre de 2010

Fausto y don Quijote

El héroe ejemplar del Quijote es el cautivo que nos mira la bandera blanca de paz, mientras el héroe fracasado no consigue evitar el holocausto.

Y, en efecto, así fue que don Quijote enristró la lanza para salvar a los judíos ya que no a los moriscos hasta la segunda parte.

Frente al cautivo Don Quijote nos hace dudar de todo hasta engendrar al Dr. Faustus de modo que su vagina tiene que arrepentirse, como hizo en su día el miserable don Quijote, por haber enviado a la violencia, el socio del diablo, al cielo.

Grossman más que salvar quiere humanizar a los judíos para lo que tendríamos que dar marcha atrás 10.000 años volviéndonos a engañar sobre nuestras capacidades, o engendrar a Marlowe en el siglo XIX.

sábado, 23 de octubre de 2010

Hamlet y el Quijote

Shakespeare escenifica una representación que es un espejo, mientras que Cervantes la crea para luego destrozarla con la espada de su justiciero.

Representar, fingir, adorar son actos que reflejan el orden del mundo, como dice Confucio.

Uno nos muestra la cruel tragedia humana mientras el otro una ¡comedia honesta!, en la que no se olvida de pagar los desperfectos que causa.

Si la tragedia consiste en pagar a los actores por fingir, pues estos no quisieran cobrar sin aportar beneficio ni morir por gusto, en esta simpar comedia muere don Quijote encaminado a la gloria por su virtud.

Así es, en efecto, que también pagando se obtiene gloria y riendo ahorro.

miércoles, 6 de enero de 2010

Bienvenida

Honrado lector,

Lo que Cervantes se propone al escribir el Quijote es mostrarnos que las Letras, lo que se publica, por extensión nuestras absurdas figuraciones del mundo, están subordinadas a las Armas que amenazándonos nos “hacen confesar”.