Frente a la vida ociosa de los caballeros andantes o aventureros, Cervantes quiere escribirnos como es la vida real, pero advierte que el libro pertenece a los caballeros andantes, viajeros, que apenas hacen sus necesidades, consumen mucho y contribuyen muy poco.
Sería, en efecto tedioso, dar cuenta de todos los actos que llevamos a cabo para vivir; que en los libros solo son escenerio de otros acontecimientos; la comida con los condes, el deseo de hacer pis en el carro encantado, morirse (en otros libros se queda otro de protagonista).
Nuestra existencia se da por hecha, pero no asegurada, es la misma vida que los animales. Si no dáis de comer a un animal doméstico se muere, porque no vale servirse por si mismo, y así dependemos todos unos de otros. Y no nos parece bien que haya leones en nuestra especie manipuladora.
Que los caballeros no pudieran volar en la vida real se ha convertido en una mentira. Podemos volar todos. A las estrellas.
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