lunes, 31 de enero de 2011

Justamente así comienza la Segunda Parte y la tercera salida de don Quijote

Tras tanto prólogo, vamos pues ya con la interpretación de la segunda parte.

La cual comienza diciendo que tras el regreso de Don Quijote de su segunda salida había pasado un mes y tenían los suyos la duda de si habría recuperado el juicio o seguiría loco como antes; de modo que tuvieron un encuentro con él el cura y el barbero en el que hacer la prueba y

“vinieron a tratar en esto que llaman razón de estado y modos de gobierno (las Letras, la justicia distributiva, el estado de derecho, la sociedad civil) y habló don Quijote con tanta discreción en todas las materias que se tocaron, que los dos examinadores creyeron indubitablemente que estaba del todo bueno y en su entero juicio”.

“Pero el Cura, mudando el propósito primero, que era de no tocarle en cosa de caballerías quiso hacer de todo en todo experiencia si la sanidad de don Quijote era falsa o verdadera, y así de lance en lance, vino a contar algunas nuevas que habían venido de la Corte, y, entre otras, dijo que se tenía por cierto que el Turco bajaba con una poderosa armada, y que no se sabía su designio, ni adonde había de descargar tan gran nublado, y con este temor, con que casi cada año nos toca arma, estaba puesta toda la cristiandad, y su Majestad había hecho proveer las costas de Nápoles y Sicilia y la isla de Malta”.

A esto respondió don Quijote:

“Su Majestad ha hecho como prudentísimo guerrero en proveer sus estados con tiempo porque no le halle desapercibido el enemigo, pero si se tomara mi consejo, aconsejárale yo que usara de una prevención, de la cual su Majestad la hora de agora debe de estar muy ajeno de pensar en ella”.
Don Quijote no yerra y aplaude la providencia de su Majestad; que es la primera ley del Arma; alarmarse y armarse más. Y, sin embargo, temeroso de lo que había de seguir a lo dicho,

“apenas oyó esto el cura, cuando dijo entre si: 'Dios te tenga en su mano pobre don Quijote, que me parece que te despeñas de la alta cumbre de tu locura hasta el profundo abismo de tu simplicidad'"
Se cuenta que Cervantes intentó sin éxito hacer llegar a la Corte, al Rey mismo, un plan para recuperar la Goleta, una plaza en el norte de África poco antes caída a manos de los turcos, enclave estratégico para el control de la zona y la protección contra los piratas en el Oeste del Mediterráneo. Lo que no niega que se ganase algún sueldo como colaborador de la inteligencia española, cuyos pagos, sin embargo, no figuran en los documentos que han logrado hallar sus muchos biógrafos.

Se me ocurre que de este modo ha de leerse esta conversación con el cura y el barbero:

Don Quijote, además de ser alentado por un número de gente interesada en su salida como comentamos en un post anterior, es convocado por el mundo; el deseo de Cervantes de seguir adelante con su reflexión sobre la locura que reina en éste; el estado de naturaleza: la guerra. El pensamiento del mundo se identifica aquí explícitamente como “cosa de caballerías”; lo que volvió y mantiene loco a don Quijote.

Cervantes, que ha vivido su propia experiencia internacional (a diferencia de la grandísima mayoría de los mortales), se confirma en la necesidad de acabar con los libros de caballería para sustituirlos por el juicio humano. Obsérvese entonces que el simple hecho de que don Quijote afirme tener un criterio al respecto de la guerra (más allá de alarmarse), aún si todavía indefinido, pone de inmediato en aviso al cura de su locura, la cual se confirma luego como su disposición de llevar a cabo lo que ese su propio juicio le sugiere, que es, ante todo, la de ser él mismo caballero también y, por tanto, tener derecho a mantener su opinión y criterio con y ante la fuerza. En el estado, sin embargo, sobre la fuerza solo puede haber una opinión que la concentre, y así sucede que, paradójicamente, toda opinión independiente, avisa y resulta en falta de juicio, tal como intuye el cura. Cualquier juicio independiente que nos hagamos sobre la violencia es tanto estéril como pueril.

Vemos las revueltas en el Magreb y, aunque podamos desear que no se genere sufrimiento, lo único que hacemos es rezar y facilitar que no acaben en un poder agresivo; en fuerzas o partidos islámicos, y que el resultado de la revuelta interna nos sea favorable con regímenes amistosos, democráticos, dóciles, etc.

Es ante esta situación de extrañeza ante la alienación de lo humano por la que Cervantes saca otra vez a don Quijote en un intento de superar esta limitada expectativa de volcar el pensamiento en la fuerza, de limititarlo a ella, acabar definitivamente con los libros de caballería, generando una perspectiva por la que nuestro juicio sea común, ejercitándose -comunicándonos, vinculándonos- más allá de nuestras fronteras según un criterio humano, un sentido común del bien humano en general.

domingo, 23 de enero de 2011

El Quijote y la guerra

De nuevo me siento en la necesidad de volver sobre mis pasos. Te dije que Giménez Caballero califica El Quijote de pacifista. Pero, ¿qué diablos puede significar ser pacifista? Todos somos pacifistas, caramba, pero vemos claro que no podemos por menos de defendernos para vivir.

No está demás que reparemos en ello aquí. Yo, por escribir en estos términos te lo debo; no vayas a pensar que simplemente soy un simple. No solo entiendo que la paz es la palabra más vacía del mundo, sino que he hecho experiencia de su experiencia: cuando era estudiante a mediados de los 80 di por manifestare por el desarme mundial y como continuase mis estudios en Berlín pronto me contactaron agentes soviéticos deseosos de ayudare en mis propósitos por cuanto compartían mis ideales.

De aquí extraigo yo dos lecciones; una que la existencia de la persona se da siempre inmersa en un grupo que se identifica frente a otro(s) grupo(s), por lo que declarándose pacifista –o no violento- perjudica a su grupo y beneficia a su(s) oponente(s). Y como esos grupos son las unidades armadas o estados, un movimiento pacifista ha de ser mundial, de modo que no perjudique a nadie. Esta es una grandísima dificultad, pero menor en nuestro tiempo. La otra lección es que la violencia no es una opción o alternativa de nuestro arbitrio –todo es fuerza- y, por lo tanto, no corresponde achacar o responsabilizar a nadie de hacer lo que debe lo mejor que puede. (Goethe nos lo señala claro en el Fausto: menos pamplinas; para la guerra mejor que los “caballeros” son los criminales).

Esta es una buena introducción, creo, al propósito del Quijote cuyo nudo se expone en el discurso sobre las armas y las letras que comienza nada más decir Zoraida a la inquisición de los cristianos que no es Zoraida sino María. Los argumentos del Discurso son los siguientes:

1.Las armas son el arte y ejercicio que excede a todos los demás

“Ahora no hay que dudar sino que esta arte y ejercicio (las armas) excede a todas aquellas y aquellos que los hombres inventaron, y tanto más se ha de tener en estima cuanto a más peligros está sujeto. Quítenseme delante los que dijeren que las letras hacen ventaja a las armas, que les diré, y sean quien se fueren, que no saben lo que dicen. Porque la razón que los tales suelen decir y a lo que ellos más se atienen es que los trabajos del espíritu exceden a los del cuerpo y que las armas solo con el cuerpo se ejercitan”

“véase si se alcanza con las fuerzas corporales a saber y conjeturar el intento del enemigo, los disignios, las estratagemas, las dificultades, el prevenir los daños que se temen; que todas estas cosas son acciones del entendimiento”

“Siendo, pues, ansí que las armas requieren espíritu como las letras, veamos ahora cuál de los dos espíritus, el del letrado o el del guerrero, trabaja más, y esto se vendrá a conocer por el fin y paradero a que cada uno se encamina, porque aquella intención se ha de estimar en más que tiene por objeto más noble fin”

“Es el fin y paradero de las letras (y no hablo ahora de las divinas, que tienen por blanco llevar y encaminar las almas al cielo, que a un fin tan sin fin como este ninguno otro se le puede igualar): hablo de las letras humanas, que es su fin poner en su punto la justicia distributiva y dar a cada uno lo que es suyo entender y hacer que las buenas leyes se guarden. Fin por cierto generoso y alto y digno de grande alabanza, pero no de tanta como merece aquel a que las armas atienden, las cuales tienen por objeto y fin la paz, que es el mayor bien que los hombres pueden desear en esta vida”

2.Las armas son el esfuerzo supremo del hombre

“Qué temor de necesidad y pobreza puede llegar ni fatigar al estudiante, que llegue al que tiene un soldado que, hallándose cercado en alguna fuerza y estando de posta o guarda en algún revellín o caballero, siente que los enemigos están minando hacia la parte donde él está, y no puede apartarse de allí por ningún caso, ni huir el peligro que de tan cerca le amenaza? Solo lo que puede hacer es dar noticia a su capitán de lo que pasa, para que lo remedie con alguna contramina, y él estarse quedo, temiendo y esperando cuándo improvisamente ha de subir a las nubes sin alas y bajar al profundo sin su voluntad. Y si este parece pequeño peligro, veamos si le iguala o hace ventaja el de embestirse dos galeras por las proas en mitad del mar espacioso, las cuales enclavijadas y trabadas no le queda al soldado más espacio del que concede dos pies de tabla del espolón; y con todo esto, viendo que tiene delante de sí tantos ministros de la muerte que le amenazan cuantos cañones de artillería se asestan de la parte contraria, que no distan de su cuerpo una lanza, y viendo que al primer descuido de los pies iría a visitar los profundos senos de Neptuno, y con todo esto, con intrépido corazón, llevado de la honra que le incita, se pone a ser blanco de tanta arcabucería y procura pasar por tan estrecho paso al bajel contrario. Y lo que más es de admirar: que apenas uno ha caído donde no se podrá levantar hasta la fin del mundo, cuando otro ocupa su mesmo lugar; y si este también cae en el mar, que como a enemigo le aguarda, otro y otro le sucede, sin dar tiempo al tiempo de sus muertes]: valentía y atrevimiento el mayor que se puede hallar en todos los trances de la guerra”

3.Las letras no se pueden sustentar sin las armas

“Las leyes no se podrán sustentar sin ellas, porque con las armas se defienden las repúblicas, se conservan los reinos, se guardan las ciudades, se aseguran los caminos, se despejan los mares de cosarios, y, finalmente, si por ellas no fuese, las repúblicas, los reinos, las monarquías, las ciudades, los caminos de mar y tierra estarían sujetos al rigor y a la confusión que trae consigo la guerra el tiempo que dura y tiene licencia de usar de sus previlegios y de sus fuerzas”

Y concluye:
“Bien hayan aquellos benditos siglos que carecieron de la espantable furia de aquestos endemoniados instrumentos de la artillería, a cuyo inventor tengo para mí que en el infierno se le está dando el premio de su diabólica invención, con la cual dio causa que un infame y cobarde brazo quite la vida a un valeroso caballero, y que sin saber cómo o por dónde, en la mitad del coraje y brío que enciende y anima a los valientes pechos, llega una desmandada bala (disparada de quien quizá huyó y se espantó del resplandor que hizo el fuego al disparar de la maldita máquina) y corta y acaba en un instante los pensamientos y vida de quien la merecía gozar luengos siglos.

La milenaria ideología del valor heróico desaparece con la tecnología como un soplo de aire. Los más modernos héroes han resultado de que les fusilaba la segunda línea caso de dar la espalda al enemigo.

Pero, ¿Qué es la paz, el fin de la guerra, por la que tantísimo esfuerzo se hace? ¡Oh! Se me pasó mencionarlo, pues sí que lo dice:

“….las cuales tienen por objeto y fin la paz, que es el mayor bien que los hombres pueden desear en esta vida. Y, así, las primeras buenas nuevas que tuvo el mundo y tuvieron los hombres fueron las que dieron los ángeles la noche que fue nuestro día, cuando cantaron en los aires: «Gloria sea en las alturas, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad»; y a la salutación que el mejor maestro de la tierra y del cielo enseñó a sus allegados y favoridos fue decirles que cuando entrasen en alguna casa dijesen: «Paz sea en esta casa»; y otras muchas veces les dijo: «Mi paz os doy, mi paz os dejo; paz sea con vosotros», bien como joya y prenda dada y dejada de tal mano, joya que sin ella en la tierra ni en el cielo puede haber bien alguno. Esta paz es el verdadero fin de la guerra, que lo mesmo es decir armas que guerra”

“De tal manera y por tan buenos términos iba prosiguiendo en su plática don Quijote, que obligó a que por entonces ninguno de los que escuchándole estaban le tuviese por loco, antes, como todos los más eran caballeros, a quien son anejas las armas, le escuchaban de muy buena gana”

“El cura le dijo que tenía mucha razón en todo cuanto había dicho en favor de las armas, y que él, aunque letrado y graduado, estaba de su mesmo parecer”

Ese es el resumen del conocido Discurso. En las “Armas y las Letras en la interpretación del Quijote” que refiere a la Primera Parte podrás verlo comentado con más detalles. Aquí, como estamos de resumen, te recuerdo el argumento principal de esa Interpretación:

Aparte de reiterar una vez más lo que las Letras no se podrían sustentar sin las Armas que es la más constante manifestación del Quijote -pues el Quijote es un libro que piensa en los libros-, al comparar las Armas y las Letras en abstracto, especialmente al estar justo en el medio de la historia del cautivo y la renegada, las separa y así iguala a todos los grupos armados, que es, como hemos visto antes, la más clara manifestación pacifista, pues lo que expone vale para todos los grupos armados por igual; tanto turcos como españoles, chinos, indios.... Esas fatigas del soldado, o esa mortal valentía, ese fin de la guerra que es la paz, ese esfuerzo supremo que lleva a un marine tras otro a las barrigas de los tiburones –nosotros la quisiéramos pensar, el lector apresurado así lo hace, por los nuestros; solo los buenos deberían ser valientes, pero ese marine podría ser lo mismo pirata que cristiano, o turco. Y esta que es locura humana, no es solo de don Quijote sino de todo el mundo –como así lo representan los que le escuchan.

Como digo, el conocido Discurso de las Armas y las Letras solo nos sirve, sobre todo, de nudo, de argumento en el estudio de la guerra; en él se establecen los términos de la paradoja y tragedia humana, pero de él no se concluye nada definitivamente. El desenlace es la bandera blanca que vimos en el post anterior, pero el término medio es el Yelmo de Mambrino, que sirve a Cervantes para definir el Arma, por eso dice:

—¡Porque vean vuestras mercedes clara y manifiestamente el error en que está este buen escudero (el barbero), pues llama bacía a lo que fue, es y será yelmo de Mambrino, el cual se le quité yo en buena guerra, y me hice señor dél con ligítima y lícita posesión!

En efecto, está en cuestión si es bacia o yelmo, pero en el caso de ser yelmo (como piensa don Quijote) -un arma- nadie ha de dudar que entrar en guerra –usar de violencia- y quitárselo es legítimo y lícito.

Las armas (un arma es tanto un objeto para herir y matar como un grupo humano preparado para ello) son, pues, la causa de la guerra. La expresión “que es lo mesmo las armas que la guerra" implica, recoge y manifiesta también esa idea; pero las armas son primero y la guerra después, o su consecuencia. Y, por tanto, la única forma de la paz es el acuerdo por el desarme.

martes, 11 de enero de 2011

Resumen de la Primera Parte

Querido lector, te ruego disculpes mi falta de consideración; me he apresurado a decirte que, como la Interpretación de la Primera Parte la tienes a tu disposición y no necesitas más que pulsar en “Las Armas y las Letras en la interpretación del Quijote” en el mismo bloque que este blog, me limitaría aquí tan solo a la comentar la Segunda Parte, en donde se verá que tiene el mismo propósito que la Primera. Sin embargo, no debo dar por hecho que te haya ya dado tiempo a leerla, así que te la resumo:

Los hechos reales y no imaginados del Quijote los trata Cervantes con el caso del cautivo. El contexto está ahí aconteciendo históricamente; los cristianos y los musulmanes están en guerra robándose y matándose. La división de sus fuerzas, (las Armas), es la misma que ya nos mostró en el caso de los rebaños; las naciones de creencia (las Letras) musulmanas, todas a un lado, y las cristianas, todas al otro –y vale como cualquier guerra (también mundial), así los Aliados contra los Fascistas, los Comunistas contra los Capitalistas, etc….

En el caso del cautivo se nos informa que, individualmente, si uno era capturado, al menos en el sector musulmán, con convertirse al Islam se le declaraba libre, y así nos cuenta el caso de líderes y corsarios musulmanes originalmente cristianos. Otros casos como el del mismo Cervantes, que suponía tenía algo que perder en España, no se convertían para quedar en tierra extraña sin padres ni hijos. Algún renegado como el que le sirve de traductor al cautivo parece ser que tenía fe cristiana –pero le convenía más hacerse pasar por convertido al Islam…

No es extraño que cuando el cautivo y Lela Zoraida aparecen en la venta le preguntan a Lela Zoraida si está bautizada o no ¡hasta cuatro veces!. En efecto, por la misma razón que no pueden, ni ella ni el cautivo, dar una respuesta que desafíe a los que les interrogan -con toda evidencia; pues sus gentes respectivas se matan por ello- no les pueden creer -dar crédito- fácilmente por mucho que afirmen que quiere ser cristiana, pero que no ha tenido tiempo de bautizarse todavía.

En efecto, cuando no puede haber modo de fiarsse de alguien (pues pertenece a otra Arma -y consecuentemente Letra) -al que se le pide documentación- la única opción es “la bandera blanca de paz”. Mostrarla o verla fue el modo y el momento en que se produjo la “confianza” entre el cautivo cristiano y la mora renegada.

La bandera blanca de paz es un término militar; refiere a poner en suspensión las armas que, como hemos visto arriba, son siempre lo mismo que las Letras.

viernes, 7 de enero de 2011

De como se perfila la Segunda Parte

La Segunda Parte del Quijote podría resumirse escuetamente de la siguiente manera; don Quijote inicia su tercera salida, aparte de por la satisfacción que le dió a su autor la Primera, por el concierto o, mejor, la instigación, el ánimo y la inducción de Sancho, de Rocinante, nuestra -los muchos y regocijados lectores de su Primera Parte- y, sobre todo, de su vecino, el representante de la cultura institucional, el bachiller Sansón Carrasco, actuando éste en connivencia con el ama (cierto que con la oposición de la inocente sobrina). Carrasco ha diseñado un plan para dar fin a sus aventuras y curarle de su locura, o por lo menos eliminar sus efectos; armado de nuevo don Quijote, venciéndole y sometiéndole a retirarse.

Cervantes confirma que al igual que en la Primera Parte, su intención es arremeter y acabar con los libros de caballería, aquellas figuraciones sobre las que se asienta y erige la legitimidad (de la violencia). El Quijote apócrifo ha puesto en cuestión esa voluntad, la ha desafiado, y lo que está en juego ahora es, una vez más, reivindicarla; se le ha puesto en el brete de ser aún más verdaderamente ejemplar, ganando para sí incluso a los que groseramente ya han invadido su terreno -envía a don Quijote al cielo, pues, pese a todo, y de acuerdo con la doctrina de la Iglesia Católica quiere finalizar dando a Dios lo que es de Dios arrepintiéndose.

De los muchos comentaristas que he leído sobre el Quijote, todos suelen comenzar afirmando que hasta el Romanticismo que hizo una nueva lectura, el Quijote se había venido considerando un simple libro burlesco. Falso. El enorme desafio del Quijote a los sistemas de creencias irracionales fue sentido muy agudamente por la inteligencia española de su tiempo, y correspondió al genio de Lope, líder del arte ideológico oficial de su tiempo darle respuesta; de ahí el Quijote apócrifo ideado por su cliqué y la extraordinaria virulencia y desprecio de las referencias que tenemos de Lope hacia Cervantes -sin que entre ellos mediase apenas o ninguna relación personal, otra que la pura producción literaria.

Después fueron los Románticos EXTRANJEROS los que redescubrieron otros valores en el Quijote, significativísimamente solo en Italia no tuvo o no ha tenido ese éxito, debido a su condición similar a la española. La intelectualidad española oficial (a diferencia del pobre por independiente Cervantes) durante siglos no podía siquiera plantearse el Quijote como crítica hasta mucho más tarde y, precisamente, motivado por esos desvelamientos hechos por los extranjeros. Alguien tan poco sospechoso como el escritor fascista Giménez Caballero considera al Quijote un libro PACIFISTA.

lunes, 3 de enero de 2011

De como la Segunda Parte comienza en China

Es hora de recapitular con el año nuevo.

Hemos venido interpretando El Quijote a partir del proto-quijote, entendiendo que sea ésta la parte más original del mismo, a la que se van sumando otras aventuras, todas ellas mostrando una imagen coherente del mundo. Y el mundo ha de entenderse básicamente como el de las relaciones humanas.

Así no es extraño que viéramos como se nos representaban primero según el ámbito civil y luego las relaciones internacionales, y asímismo en general el mundo de la historia y la cultura –es decir, la escritura.

Te sugiero ahora que si tienes ganas y tiempo leas mi interpretación de la primera parte titulada “Armas y Letras en la interpretación del Quijote” que tienes a tu disposición a la entrada de este blog. No puedo medir con exactitud la profundidad del pensamiento de Cervantes, pero no me cabe ninguna duda que su experiencia de soldado, de cautivo del, además de enemigo, infiel, unidos a su condición de independencia y desapego del poder, le pusieron en la situación adecuada para poder intentar compartir los frutos de una experiencia tan rica saboreada por un entendimiento tan agudo como el suyo.

Como la Primera Parte queda ya vista, vamos a tratar aquí ahora solo la Segunda para ver si podemos confirmar y ahondar en la misma tesis de la Primera.

No es la personalidad de don Quijote, ni el ser de España lo que Cervantes, una persona inteligente, tiene en mente, a diferencia de sus intelectuales comentaristas, sino al ser humano como tal. Propongo, por cierto, que nos pasemos todos, ante todo, al grupo de los inteligentes.

Por eso puede que sea de mayor interés del que se le atribuye el hecho de que Cervantes comience la Segunda Parte en China, contándonos cómo le pidió la Primera el Emperador para enseñar la lengua española a sus súbditos, cuando, por entonces, precisamente intentaba librarse como de las moscas de los misioneros que le llegaban pese a que, a diferencia de Cervantes, hacían el fatigoso esfuerzo de ir hasta el lejano Estado Central a ofrecersela gratuitamente.