—"Así es verdad —dijo Andrés—, pero este mi amo ¿de qué obras es hijo, pues me niega mi soldada y mi sudor y trabajo?
—No niego, hermano Andrés —respondió el labrador—, y hacedme placer de veniros conmigo, que yo juro por todas las órdenes que de caballerías hay en el mundo de pagaros, como tengo dicho, un real sobre otro, y aun sahumados.
—Del sahumerio os hago gracia —dijo don Quijote—: dádselos en reales, que con eso me contento; y mirad que lo cumpláis como lo habéis jurado: si no, por el mismo juramento os juro de volver a buscaros y a castigaros, y que os tengo de hallar, aunque os escondáis más que una lagartija. Y si queréis saber quién os manda esto, para quedar con más veras obligado a cumplirlo, sabed que yo soy el valeroso don Quijote de la Mancha, el desfacedor de agravios y sinrazones, y a Dios quedad, y no se os parta de las mientes lo prometido y jurado, so pena de la pena pronunciada.
Y, en diciendo esto, picó a su Rocinante y en breve espacio se apartó dellos. Siguióle el labrador con los ojos y, cuando vio que había traspuesto del bosque y que ya no parecía, volvióse a su criado Andrés y díjole:
—Venid acá, hijo mío, que os quiero pagar lo que os debo, como aquel desfacedor de agravios me dejó mandado.
—Eso juro yo —dijo Andrés—, y ¡cómo que andará vuestra merced acertado en cumplir el mandamiento de aquel buen caballero, que mil años viva, que, según es de valeroso y de buen juez, vive Roque que si no me paga, que vuelva y ejecute lo que dijo!
—También lo juro yo —dijo el labrador—, pero, por lo mucho que os quiero, quiero acrecentar la deuda, por acrecentar la paga.
Y, asiéndole del brazo, le tornó a atar a la encina, donde le dio tantos azotes, que le dejó por muerto".
Mentir -> no cumplir lo prometido -> confesar: Se obliga a confesar por la fuerza y luego se exige cumplir lo prometido.
Los hechos: Don Quijote hace confesar y prometer en el acto pero no puede hacer cumplir, porque el castigo queda dudoso.
Don Quijote es consciente de ello y apela entonces al juramento de Juan, a quien toma por caballero, esto es; tiene que cumplir su palabra incondicionalmente -ya que de otro modo, como caballero, habiera dado la vida por defenderla -defender su espíritu- antes que generarla por sumisión -como los villanos. Ahí tenemos a los caballeros.
El propósito de Cervantes es acabar con esos libros de caballería, los libros que hablan de defender un tal espíritu hasta la muerte. Lo que no significa que podamos entonces que incumplir las promesas o mentir, sino todo lo contrario, pues necesitamos cooperar, pero utilizando otro criterio; la razón, el sentido común y no el de un espíritu ensimismado, sino de uno abierto y libre que resulta de la comunidad con los demás.
En contra de lo que suponemos tener derecho como lectores, el autor aquí no nos dice o da indicios claros de lo que en realidad pasa; el labrador no paga pero pega, el pastor pierde las ovejas, ¿las roba? ¿se cobra con ellas? Ignoramos lo que realmente haya detrás de lo que acabamos de presenciar. Ahora pensemos este escenario desde el punto de vista del autor (el Dios, que lo sabe todo, pero que solo nos da a conocer lo que nos conviene para el caso). En efecto, tenemos que concentrarnos en este proceso, más que en el hecho propiamente delictivo que el juicio pueda luego sancionar. Ese proceso es simplemente la evolución, el cambio en el juego de fuerzas.
Hemos podido apreciar que la justicia necesita una buena red para poder implementar la ley. Pero este sistema tan poderoso de justicia que apenas deja resquicio, ¿se ocupa realmente de la justicia o de hacer confesar?. Es el poder de esa justicia la que lleva a los pobres a dar a los ricos y esa práctica la llamamos y nos creemos que es la justicia.
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