domingo, 28 de noviembre de 2010

Quienes somos nosotros

Don Quijote está haciendo experiencia de la verdad, ha salido a buscar aventuras para poner en claro lo oscuro de los libros. Por eso:

—¿«Miente» delante de mí, ruin villano? —dijo don Quijote—. Por el sol que nos alumbra, que estoy por pasaros de parte a parte con esta lanza. Pagadle luego sin más réplica; si no, por el Dios que nos rige, que os concluya y aniquile en este punto. Desatadlo luego.

El labrador bajó la cabeza y, sin responder palabra, desató a su criado, al cual preguntó don Quijote que cuánto le debía su amo. Él dijo que nueve meses, a siete reales cada mes. Hizo la cuenta don Quijote y halló que montaban setenta y tres reales, y díjole al labrador que al momento los desembolsase, si no quería morir por ello. Respondió el medroso villano que para el paso en que estaba y juramento que había hecho —y aún no había jurado nada—, que no eran tantos, porque se le habían de descontar y recebir en cuenta tres pares de zapatos que le había dado, y un real de dos sangrías que le habían hecho estando enfermo.

—Bien está todo eso —replicó don Quijote—, pero quédense los zapatos y las sangrías por los azotes que sin culpa le habéis dado, que, si él rompió el cuero de los zapatos que vos pagastes, vos le habéis rompido el de su cuerpo, y si le sacó el barbero sangre estando enfermo, vos en sanidad se la habéis sacado; ansí que por esta parte no os debe nada.

Es en este punto cuando vemos el efecto práctico de la poco inocente imposición de la opinión, que se determina como verdad y como justicia; lo que corresponde a cada uno (en contantes y sonantes reales).

Pero, más aún, muchos autores explican o incluso corrigen el erróneo cálculo de don Quijote (7x9=73), claramente no están leyendo este libro sino otro que se imaginan. ¿Qué suponen que se está tratando aquí, en este pasaje, como para explicar ese punto? De este modo además siembran la confusión, aturden al lector que acaba por no saber que lee, si el Quijote, el BOE o el Principito.

Según esa lógica anárquica, igualmente podríamos añadir otra nota al pie y considerar una asociación incorrecta e inadmisible la de la sangría y el cuero de los zapatos con la piel y sangre derramada de Andrés. El Quijote asume e implica el sentido común. Esto es todo. Insisto, ¿acaso no es NUESTRO sentido común también el que nos advierte, y no el autor, que Juan traga porque tiene la punta de la lanza revoloteandole alrededor, tal como cantaba Andrés antes a la música de sus latigazos?

Pero no quisiera yo desafiar aquí a otros intérpretes, pues no lograría mi propósito y me sucedería igual que a Cervantes, que queriendo proponer el sentido común al mundo, ofende a los encargados del orden, el respeto y la seriedad. Y cuando les pide perdón ya no parece sincero, pues hay que limitarse a cantar. De los salarios no nos podemos reir.

Vayamos a otro asunto:
Si éste se atreve a despreciar así la matemática, que extraño es que blasfeme. Pero, vamos a ver, ¿tiene algo que ver lo que uno diga, incluso jure como el labrador, con que obre bien? De ninguna manera.

El medroso villano menciona haber hecho un no expresado juramento; se me ocurre que, como había tomado antes el nombre de Dios en vano -o, peor, para mentir, había estado entre tanto negociando con el Altísimo una compensación restitutiva, de modo que pudiera recuperar su gracia plena, sentirse menos medroso, animarse......

Menos mal que su interlocutor era un dios de los buenos, y no una de sus representaciones como ramita de arbol sagrado. Pero, bromas aparte, ¿podrá ser que hablemos así para entendernos, para comunicarnos, para solucionar algo? Si acaso una vez sinceramente queremos entendernos tendremos que hacer un puto esfuerzo...

No te digo más.

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