Bueno, la aventura con los comerciantes toledanos puede tener como referencia no solo la fallida invasión de Inglaterra, sino cualquier guerra; en su tiempo todas las del Imperio español que las hacía hacia todos los puntos cardinales: frente a los musulmanes, especialmente turcos, en el Mediterranéo, frente a los protestantes en Europa Central y anglicanos en Gran Bretaña, e igualmente por fidelizar a los americanos, africanos y asiático.
El encuentro con los toledanos nos permite confrontar y confirmar sus elementos con los que le llevan a Cervantes a crear un personaje que perdió el juicio de tanto leer las “entrincadas razones” de los libros que leía por las que “desvelábase por entenderlas y desentrañarlas el sentido, que no se lo sacara ni las entendiera el mesmo Aristóteles, si resucitara solo para ello”.
“En resolución, él se enfrascó tanto en su letura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro de manera que vino a perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encantamentos como de pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles; y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones”.
“En efeto, rematado ya su juicio, vino a dar en el más estraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra como para el servicio de su república, hacerse caballero andante y irse por todo el mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras y a ejercitarse en todo aquello que él había leído que los caballeros andantes se ejercitaban”.
A continuación se dio cuenta que no era suficiente todo lo que había hecho, pues comprendió la necesidad de una Dulcinea.
“Limpias, pues, sus armas, hecho del morrión celada, puesto nombre a su rocín y confirmándose a sí mismo, se dio a entender que no le faltaba otra cosa sino buscar una dama de quien enamorarse, porque el caballero andante sin amores era árbol sin hojas y sin fruto y cuerpo sin alma. Decíase él:
—Si yo, por malos de mis pecados, o por mi buena suerte, me encuentro por ahí con algún gigante, como de ordinario les acontece a los caballeros andantes, y le derribo de un encuentro, o le parto por mitad del cuerpo, o, finalmente, le venzo y le rindo, ¿no será bien tener a quien enviarle presentado, y que entre y se hinque de rodillas ante mi dulce señora, y diga con voz humilde y rendida: «Yo, señora, soy el gigante Caraculiambro, señor de la ínsula Malindrania, a quien venció en singular batalla el jamás como se debe alabado caballero don Quijote de la Mancha, el cual me mandó que me presentase ante la vuestra merced, para que la vuestra grandeza disponga de mí a su talante»
Don Quijote es el brazo armado, Dulcinea es la va a gestionar los recursos que el vencido pone a su diposición. Dulcinea es, por tanto, incuestionable, lo incuestionable.
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