lunes, 24 de octubre de 2011

Teresa se confiesa

¡Bendito sea Cervantes! Bendito sea por dar voz a los humildes; voz digna, voz sin oprobio, voz que muestra y clama por la humanidad.


Voz que desvela la verdad.

Cartas que escribe Teresa Cascajo

«Carta para mi señora la duquesa tal de no sé dónde»


Y la otra:


«A mi marido Sancho Panza, gobernador de la ínsula Barataria, que Dios prospere más años que a mí».

CARTA DE TERESA PANZA A LA DUQUESA


Mucho contento me dio, señora mía, la carta que vuesa grandeza me escribió, que en verdad que la tenía bien deseada.

El contento lo da la satisfacción del deseo.

La sarta de corales es muy buena, y el vestido de caza de mi marido no le va en zaga. De que vuestra señoría haya hecho gobernador a Sancho mi consorte ha recebido mucho gusto todo este lugar, puesto que no hay quien lo crea, principalmente el cura y mase Nicolás el barbero y Sansón Carrasco el bachiller; pero a mí no se me da nada, que como ello sea así, como lo es, diga cada uno lo que quisiere: aunque, si va a decir verdad, a no venir los corales y el vestido tampoco yo lo creyera, porque en este pueblo todos tienen a mi marido por un porro, y que, sacado de gobernar un hato de cabras, no pueden imaginar para qué gobierno pueda ser bueno. Dios lo haga y lo encamine como vee que lo han menester sus hijos.

Agradecimiento. Duras pruebas contra fuertes dudas. Deseos buenos.

Yo, señora de mi alma, estoy determinada, con licencia de vuesa merced, de meter este buen día en mi casa, yéndome a la corte a tenderme en un coche, para quebrar los ojos a mil envidiosos que ya tengo; y, así, suplico a vuesa excelencia mande a mi marido me envíe algún dinerillo, y que sea algo qué, porque en la corte son los gastos grandes: que el pan vale a real, y la carne, la libra a treinta maravedís, que es un juicio; y si quisiere que no vaya, que me lo avise con tiempo, porque me están bullendo los pies por ponerme en camino, que me dicen mis amigas y mis vecinas que si yo y mi hija andamos orondas y pomposas en la corte, vendrá a ser conocido mi marido por mí más que yo por él, siendo forzoso que pregunten muchos: «¿Quién son estas señoras deste coche?», y un criado mío responder: «La mujer y la hija de Sancho Panza, gobernador de la ínsula Barataria», y desta manera será conocido Sancho, y yo seré estimada, y a Roma por todo.

Naturalidad o, llámese, ausencia de hipocresía, porque el hecho no objetivo, los sentimientos, son también comunes.

Reflexionamos y vemos que, quizas, apenas, sentimos amor alguno por nuestros semejantes y, consecuentemente, concluimos que una maldad interna, propia, natural impide nuestra convivencia en concordia. Esa conciencia es frecuentemente un medio de dominación del mismo sistema que nos induce y provoca a tener esos sentimientos. Tiene que venir el simple para manifestar que el emperador va desnudo, desnudo de justificación.

Parece como si hubiéramos sido creados con una tara, cuando realmente lo que más nos caracteriza es nuestra gran capacidad de la adaptación. La “desigualdad”, el estatus, que nos genera ese sentimiento ineludible de contradicción con los otros es, al tiempo, el medio para satisfacer y garantizar una necesidad prioritaria y legítima, que “Dios lo vea y lo encamine como han menester sus hijos”.

Pésame cuanto pesarme puede que este año no se han cogido bellotas en este pueblo; con todo eso, envío a vuesa alteza hasta medio celemín, que una a una las fui yo a coger y a escoger al monte, y no las hallé más mayores: yo quisiera que fueran como huevos de avestruz.

Más da el duro que el desnudo, decía mi abuela, así que es también lícito querer tener mucho.

No se le olvide a vuestra pomposidad de escribirme, que yo tendré cuidado de la respuesta, avisando de mi salud y de todo lo que hubiere que avisar deste lugar, donde quedo rogando a Nuestro Señor guarde a vuestra grandeza, y a mí no olvide. Sancha mi hija y mi hijo besan a vuestra merced las manos.


La que tiene más deseo de ver a vuestra señoría que de escribirla, su criada


Teresa Panza


Grande fue el gusto que todos recibieron de oír la carta de Teresa Panza, principalmente los duques,

A don Quijote, como hemos tenido ocasión de ver, le va más hipocresía.

y la duquesa pidió parecer a don Quijote si sería bien abrir la carta que venía para el gobernador, que imaginaba debía de ser bonísima. Don Quijote dijo que él la abriría por darles gusto, y así lo hizo y vio que decía desta manera:

Humilde ante los soberbios, al caballero no le importa descubrir la intimidad de sus criados.

2 comentarios:

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  2. No quiero pasar por alto una reflexión sobre esa "desigualdad activa" que, a diferencia del caso ficticio de Teresa, en la realidad lo que causa es incomunicación. Solo el poderoso tiene palabra como dice Kant en la Paz Perpetua ya que no teme al juicio de sus inferiores, mientras que el sometido no tiene derecho a ser sincero pues pondría en cuestión al poderoso, pero en este caso significaría desacato al sistema mismo y a su ley objetiva.

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