martes, 25 de octubre de 2011

De Teresa a Sancho

Tu carta recibí, Sancho mío de mi alma, y yo te prometo y juro como católica cristiana que no faltaron dos dedos para volverme loca de contento.

De mi alma mío. Discreta es Teresa por jurar a lo seguro.

Mira, hermano: cuando yo llegué a oír que eres gobernador, me pensé allí caer muerta de puro gozo, que ya sabes tú que dicen que así mata la alegría súbita como el dolor grande.

Un solo, hermano, corazón.

A Sanchica tu hija se le fueron las aguas sin sentirlo de puro contento. El vestido que me enviaste tenía delante, y los corales que me envió mi señora la duquesa al cuello, y las cartas en las manos, y el portador dellas allí presente, y, con todo eso, creía y pensaba que era todo sueño lo que veía y lo que tocaba, porque ¿quién podía pensar que un pastor de cabras había de venir a ser gobernador de ínsulas?

El vestido, delante; los corales, al cuello; las cartas, en las manos; su portador, allí presente y, con todo…lo que veía y tocaba, no podía pensar en un pastor de gobernador.

Ya sabes tú, amigo, que decía mi madre que era menester vivir mucho para ver mucho: dígolo porque pienso ver más si vivo más, porque no pienso parar hasta verte arrendador o alcabalero, que son oficios que aunque lleva el diablo a quien mal los usa, en fin en fin, siempre tienen y manejan dineros.

Te dije que ella era él; ha visto mucho, y se ha enriquecido mucho de experiencias. Hizo realidad su sueño de ser alcabalero, prácticamente banquero para manejar y repartir –pero el dinero para su mal no le interesaba.

Mi señora la duquesa te dirá el deseo que tengo de ir a la corte: mírate en ello y avísame de tu gusto, que yo procuraré honrarte en ella andando en coche.

Quedó llorando en el capítulo VII viendo al simple de su marido ir tras quimeras, pero ahora está presta a hacer lo posible por honrarle.

El cura, el barbero, el bachiller y aun el sacristán no pueden creer que eres gobernador y dicen que todo es embeleco o cosas de encantamento, como son todas las de don Quijote tu amo; y dice Sansón que ha de ir a buscarte y a sacarte el gobierno de la cabeza, y a don Quijote, la locura de los cascos. Yo no hago sino reírme y mirar mi sarta y dar traza del vestido que tengo de hacer del tuyo a nuestra hija.

Mientras trata de dar traza al vestido para su hija sonríe pensando en encantamientos.

Unas bellotas envié a mi señora la duquesa: yo quisiera que fueran de oro. Envíame tú algunas sartas de perlas, si se usan en esa ínsula.

La intención nos da la medida de lo justo.

Las nuevas deste lugar son que la Berrueca casó a su hija con un pintor de mala mano que llegó a este pueblo a pintar lo que saliese: mandóle el Concejo pintar las armas de Su Majestad sobre las puertas del Ayuntamiento, pidió dos ducados, diéronselos adelantados, trabajó ocho días, al cabo de los cuales no pintó nada y dijo que no acertaba a pintar tantas baratijas; volvió el dinero, y, con todo eso, se casó a título de buen oficial: verdad es que ya ha dejado el pincel y tomado el azada, y va al campo como gentilhombre.

Un artista deseoso de contribuir a la humanización del hombre encara durante ocho duros días que la realidad del arte es representar las baratijas, digo las armas, de su Majestad, devuelve el dinero, toma la azada y va al campo como un gentilhombre. Era un verdadero artista.

El hijo de Pedro de Lobo se ha ordenado de grados y corona, con intención de hacerse clérigo: súpolo Minguilla, la nieta de Mingo Silbato, y hale puesto demanda de que la tiene dada palabra de casamiento; malas lenguas quieren decir que ha estado encinta dél, pero él lo niega a pies juntillas.

Líos íntimos. Me aconsejó mi abuela no meter cuchara en ellos.

Hogaño no hay aceitunas, ni se halla una gota de vinagre en todo este pueblo.

Es lo normal, pero es noticia.

Por aquí pasó una compañía de soldados: lleváronse de camino tres mozas deste pueblo; no te quiero decir quién son: quizá volverán y no faltará quien las tome por mujeres, con sus tachas buenas o malas.

Viva Dios para hacer milagros.

Sanchica hace puntas de randas; gana cada día ocho maravedís horros, que los va echando en una alcancía para ayuda a su ajuar, pero ahora que es hija de un gobernador, tú le darás la dote sin que ella lo trabaje. La fuente de la plaza se secó, un rayo cayó en la picota, y allí me las den todas.

Si Teresa, allí en lo más alto.

Espero respuesta desta, y la resolución de mi ida a la corte; y con esto Dios te me guarde más años que a mí, o tantos, porque no querría dejarte sin mí en este mundo. Tu mujer


Teresa Panza.

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