viernes, 9 de septiembre de 2011

No por mucho madrugar amanece más temprano

Afirman la mayoría los autores que deste caso tratan que a lo largo de la novela Sancho se quijotiza, esto es para ellos; mejora, se idealiza a los beneficiosos efectos de los efluvios que emana la cercanía de su Señor. Y me parece a mí como que ellos también se quijotizan. O más bien, que ya eran algo quijotes y se les ensancha la veta.


Y así creo también que El Quijote tiene todavía mucho que pasar para mostrar a la humanidad la humanidad que encierra, esto es; la igualdad de los hombres -y no solo cuando duermen, pues seguimos juzgando más o menos como antes de que se escribiera; los buenos los nobles y los malos los villanos.

Pero ahora resulta que a Sancho le hacen gobernador (como don Quijote fue también armado caballero)


“Otro día, que fue el que sucedió al vuelo de Clavileño, dijo el duque a Sancho que se adeliñase y compusiese para ir a ser gobernador, que ya sus insulanos le estaban esperando como el agua de mayo. Sancho se le humilló y le dijo:


—Después que bajé del cielo, y después que desde su alta cumbre miré la tierra y la vi tan pequeña, se templó en parte en mí la gana que tenía tan grande de ser gobernador, porque ¿qué grandeza es mandar en un grano de mostaza, o qué dignidad o imperio el gobernar a media docena de hombres tamaños como avellanas, que a mi parecer no había más en toda la tierra? Si vuestra señoría fuese servido de darme una tantica parte del cielo, aunque no fuese más de media legua, la tomaría de mejor gana que la mayor ínsula del mundo".

Lo copio para hacer notar esta repetida técnica del buen hombre de negocios que es Sancho siempre minusvalorando lo que se le ofrece, y siempre dando valor a lo que le cuesta lo que se le pide.

Y más para el caso que nos ocupa hoy; Sancho se apunta sin salario a la expedición que organiza don Quijote para rapiñar del botín que bien espera hacer el hidalgo una vez bien cargado de benditas armas; algo que tiene medio buen fundamento al dirigirse a los caminos civiles donde todo el mundo anda desarmado y con el justificante de ir a atracar solo a los malos, –que no le habían de faltar. Y en eso, es principal entender que la Ínsula no es nada diferente a la albarda o jaez y, sobre todo, al yelmo, un botín de guerra, que es lo que más le ha venido interesando históricamente, a lo que me imagino, mayor y generalmente al soldado raso.


—Ahora bien —respondió Sancho—, venga esa ínsula, que yo pugnaré por ser tal gobernador, que, a pesar de bellacos, me vaya al cielo; y esto no es por codicia que yo tenga de salir de mis casillas ni de levantarme a mayores, sino por el deseo que tengo de probar a qué sabe el ser gobernador.


—Si una vez lo probáis, Sancho —dijo el duque—, comeros heis las manos tras el gobierno , por ser dulcísima cosa el mandar y ser obedecido. A buen seguro que cuando vuestro dueño llegue a ser emperador, que lo será sin duda, según van encaminadas sus cosas, que no se lo arranquen como quiera, y que le duela y le pese en la mitad del alma del tiempo que hubiere dejado de serlo.


—Señor —replicó Sancho—, yo imagino que es bueno mandar, aunque sea a un hato de ganado.


—Con vos me entierren, Sancho, que sabéis de todo —respondió el duque—, y yo espero que seréis tal gobernador como vuestro juicio promete; y quédese esto aquí, y advertid que mañana en ese mesmo día habéis de ir al gobierno de la ínsula, y esta tarde os acomodarán del traje conveniente que habéis de llevar y de todas las cosas necesarias a vuestra partida.


—Vístanme —dijo Sancho— como quisieren, que de cualquier manera que vaya vestido seré Sancho Panza.


—Así es verdad —dijo el duque—, pero los trajes se han de acomodar con el oficio o dignidad que se profesa, que no sería bien que un jurisperito se vistiese como soldado, ni un soldado como un sacerdote. Vos, Sancho, iréis vestido parte de letrado y parte de capitán, porque en la ínsula que os doy tanto son menester las armas como las letras, y las letras como las armas.


—Letras —respondió Sancho—, pocas tengo, porque aun no sé el abecé, pero bástame tener el Christus en la memoria para ser buen gobernador. De las armas manejaré las que me dieren, hasta caer, y Dios delante”.(Aquí dice, el editor Francisco Rico que quiere decir “Y Dios me ayude”, con lo que no es de extrañar que el Quijote no diga cosa que no sea católica cristiana)
—Con tan buena memoria —dijo el duque—, no podrá Sancho errar en nada.
Dos pícaros entendiéndose. Que para serlo no hace falta ser pobre.

Antes de irse don Quijote le da unos “buenos” consejos para su alma, básicamente que no interfiera su labor de juez sobre los demás con sus intereses propios y luego otros tocantes al cuerpo; que sea limpio, que a quien madruga Dios le ayuda, etc.….


“Si estos preceptos y estas reglas sigues, Sancho, serán luengos tus días, tu fama será eterna, tus premios colmados, tu felicidad indecible, casarás tus hijos como quisieres, títulos tendrán ellos y tus nietos, vivirás en paz y beneplácito de las gentes, y en los últimos pasos de la vida te alcanzará el de la muerte en vejez suave y madura, y cerrarán tus ojos las tiernas y delicadas manos de tus terceros netezuelos.”

Sí, señor, pero yo lo que quiero es un ascenso.

Vamos a por un capítulo más en este post.

“¿Quién oyera el pasado razonamiento de don Quijote que no le tuviera por persona muy cuerda y mejor intencionada? Pero, como muchas veces en el progreso desta grande historia queda dicho, solamente disparaba en tocándole en la caballería, y en los demás discursos mostraba tener claro y desenfadado entendimiento, de manera que a cada paso desacreditaban sus obras su juicio, y su juicio sus obras; pero en esta destos segundos documentos que dio a Sancho mostró tener gran donaire y puso su discreción y su locura en un levantado punto.

Así comenzaba la Segunda Parte; con don Quijote mostrando su discreción en todo lo tocante a la “«razón de estado» y modos de gobierno”. En efecto, don Quijote es muy disciplinado. Fueron las relaciones internacionales las que le sacaron de quicio como a mí, Cervantes.

Me refiero otra vez a los “alegres comentaristas” que diría el capullo de Rosales (con cariño, no me lo tomen a mal los suyos), para recordar como alaban a su ídolo, mito español eterno, que como rutilante cura subido al ostentoso púlpito nos dice como Dios manda “Sed buenos, temed a Dios” y pasan por alto el gracioso diálogo de los refranes, que parecen irritar a don Quijote porque los encuentras impropios de un gobernador. Es preciso fijarnos en su contenido para ver que Sancho está oponiendo a la lección de su amo otra superior. Don Quijote, irritado le dice él no los encuentra tan numerosos, buenos y sabrosos como Sancho, pero no porque no se los sepa, sino porque no sirven a sus propósitos, para los que le vienen mejor citas de las Sagradas Escrituras. Cojamos los refranes con el copy-paste:

“Más yo tendré cuenta de aquí adelante de decir los que convengan a la gravedad de mi cargo, que en casa llena, presto se guisa la cena, y quien destaja, no baraja, y a buen salvo está el que repica, y el dar y el tener, seso ha menester.


“que para todo hay remedio, si no es para la muerte, y teniendo yo el mando y el palo, haré lo que quisiere, cuanto más que el que tiene el padre alcalde... Y siendo yo gobernador, que es más que ser alcalde, ¡llegaos, que la dejan ver! No, sino popen y calóñenme, que vendrán por lana y volverán trasquilados, y a quien Dios quiere bien, la casa le sabe, y las necedades del rico por sentencias pasan en el mundo, y siéndolo yo, siendo gobernador y juntamente liberal, como lo pienso ser, no habrá falta que se me parezca. No, sino haceos miel, y paparos han moscas; tanto vales cuanto tienes, decía una mi agüela, y del hombre arraigado no te verás vengado.


«entre dos muelas cordales nunca pongas tus pulgares», y «a idos de mi casa y qué queréis con mi mujer, no hay responder», y «si da el cántaro en la piedra o la piedra en el cántaro, mal para el cántaro», todos los cuales vienen a pelo? Que nadie se tome con su gobernador ni con el que le manda, porque saldrá lastimado, como el que pone el dedo entre dos muelas cordales, y aunque no sean cordales, como sean muelas, no importa; y a lo que dijere el gobernador, no hay que replicar, como al «salíos de mi casa y qué queréis con mi mujer». Pues lo de la piedra en el cántaro un ciego lo verá. Así que es menester que el que vee la mota en el ojo ajeno vea la viga en el suy, porque no se diga por él: «espantóse la muerta de la degollada»; y vuestra merced sabe bien que más sabe el necio en su casa que el cuerdo en la ajena.


—Eso no, Sancho —dejamos que diga don Quijote—, que el necio en su casa ni en la ajena sabe nada, a causa que sobre el cimiento de la necedad no asienta ningún discreto edificio.

Los comentaristas solo notan lo buen caballero que es y el buen juicio que tiene don Quijote. Y los refranes son graciosos. Sin embargo, Sancho le está exponiendo una sabiduría superior; la de los refranes, la realidad, la de la experiencia; que se puede dejar de monsergas, que el que manda, manda, y no hay más que eso.

Finalmente le dice que no se preocupe, que él es muy Sancho y por ser gobernador de no va a dejar de serlo.

—Señor —replicó Sancho—, si a vuestra merced le parece que no soy de pro para este gobierno, desde aquí le suelto, que más quiero un solo negro de la uña de mi alma que a todo mi cuerpo, y así me sustentaré Sancho a secas con pan y cebolla como gobernador con perdices y capones, y más, que mientras se duerme todos son iguales, los grandes y los menores, los pobres y los ricos; y si vuestra merced mira en ello, verá que solo vuestra merced me ha puesto en esto de gobernar, que yo no sé más de gobiernos de ínsulas que un buitre, y si se imagina que por ser gobernador me ha de llevar el diablo, más me quiero ir Sancho al cielo que gobernador al infierno.


—Por Dios, Sancho —dijo don Quijote—, que por solas estas últimas razones que has dicho juzgo que mereces ser gobernador de mil ínsulas: buen natural tienes, sin el cual no hay ciencia que valga. Encomiéndate a Dios, y procura no errar en la primera intención: quiero decir que siempre tengas intento y firme propósito de acertar en cuantos negocios te ocurrieren, porque siempre favorece el cielo los buenos deseos. Y vámonos a comer, que creo que ya estos señores nos aguardan.

Don Quijote realmente ha sido convencido y superado por Sancho; en efecto, el que manda, manda, y eso es lo que cuenta. Pero lo que que importa es la calidad de la persona –y la de Sancho es buena- y los sermones, sin más, valen de poco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario