miércoles, 29 de diciembre de 2010

El Estrés no es moderno

Tres días y tres noches estuvo don Quijote con Roque, y si estuviera trecientos años, no le faltara qué mirar y admirar en el modo de su vida: aquí amanecían, acullá comían; unas veces huían, sin saber de quién, y otras esperaban, sin saber a quién; dormían en pie, interrompiendo el sueño, mudándose de un lugar a otro. Todo era poner espías, escuchar centinelas, soplar las cuerdas de los arcabuces, aunque traían pocos, porque todos se servían de pedreñales. Roque pasaba las noches apartado de los suyos, en partes y lugares donde ellos no pudiesen saber dónde estaba, porque los muchos bandos que el visorrey de Barcelona había echado sobre su vida le traían inquieto y temeroso, y no se osaba fiar de ninguno, temiendo que los mismos suyos o le habían de matar o entregar a la justicia. Vida, por cierto, miserable y enfadosa.

En el Discurso de las Armas y las Letras don Quijote señala la superioridad de las Armas sobre las Letras; aquí las tenemos expuestas sin ideología; no es nuestro ejército, los buenos, ni el de los enemigos, los malos, es la expresión de las actividades objetivas que conlleva la guerra, “que es lo mismo las armas que la guerra”, según nos señala Cervantes.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

El cargo

"Mostraron afligirse los capitanes, entristecióse la señora regenta y no se holgaron nada los peregrinos, viendo la confiscación de sus bienes. Túvolos así un rato suspensos Roque, pero no quiso que pasase adelante su tristeza, que ya se podía conocer a tiro de arcabuz, y volviéndose a los capitanes dijo:...."

Primero: ¿es por ventura el Quijote solo una bufonada? se preguntaba Cohen, el maestro alemán de Ortega. Ortega en sus Meditaciones dice que el Quijote es el libro que más nos representa la vida, aún sin darnos las claves para entenderla. Estoy de acuerdo en que representa la vida; y de que es un error tratar de representarnosla según la mentalidad del loco don Quijote sino según la de su prudente autor, que es el que pinta, pone la inteligencia y la intención, los escenarios -las relaciones humanas- en las que se desenvuelve el héroe.

Roque Quinart nos dice cuando captura a don Quijote: "No estéis tan triste, buen hombre, porque no habéis caído en las manos de algún cruel Osiris, sino en las de Roque Guinart, que tienen más de compasivas que de rigurosas."

Y luego, "Yo de mi natural soy compasivo y bienintencionado"

Llora a la muerte de Claudia Jerónima.

No solo lo dice, sino que lo hace (Cervantes lo escribe aquí debajo del gallo, "esto es un gallo", como el pintor Orbaneja): Hemos visto arriba como no soportó la tristeza de los que robaba.

Roque Guinart es la representación más intensa de lo humano. Sin embargo, al susurro inconformista de uno de sus hombres, le abre la cabeza.

¿Cómo se da este carácter en la misma persona? ¿Qué quiere decirnos Cervantes al desdoblar así sus motivos? Las circunstancias, nos diría Ortega.

Necesitamos dejar de llamar circunstancias a las relaciones humanas como para que no jueguen con nosotros como el viento con la hierba.

El motivo por el que Roque se emplea tan rápidamente y tan a fondo, tan fuera de su naturaleza, es su condición de jefe de la banda. Los jefes, especialmente los militares, tienen que contar con la severidad entre sus recursos.

La cuestión no está, sin embargo, en la ilustración de la circunstancia, sino en el análisis de la naturaleza humana desdoblándola; enfrentándola a una supuesta integral naturaleza mala del hombre por la experiencia en el mundo.

Algunos autores han visto en el Quijote ese desdoblamiento de los motivos de las personas, como humanas y en función del cargo que ejercen, como por ejemplo V. Llorens en su Historia y ficción en el Quijote


El cargo. De parte del reparto.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Una nueva presa

Llegaron en esto los escuderos de la presa, trayendo consigo dos caballeros a caballo y dos peregrinos a pie, y un coche de mujeres con hasta seis criados, que a pie y a caballo las acompañaban, con otros dos mozos de mulas que los caballeros traían. Cogiéronlos los escuderos en medio, guardando vencidos y vencedores gran silencio, esperando a que el gran Roque Guinart hablase; el cual preguntó a los caballeros que quién eran y adónde iban y qué dinero llevaban. Uno dellos le respondió:

—Señor, nosotros somos dos capitanes de infantería española; tenemos nuestras compañías en Nápoles y vamos a embarcarnos en cuatro galeras que dicen están en Barcelona con orden de pasar a Sicilia; llevamos hasta docientos o trecientos escudos, con que a nuestro parecer vamos ricos y contentos, pues la estrecheza ordinaria de los soldados no permite mayores tesoros.

Preguntó Roque a los peregrinos lo mesmo que a los capitanes; fuele respondido que iban a embarcarse para pasar a Roma y que entre entrambos podían llevar hasta sesenta reales. Quiso saber también quién iba en el coche y adónde, y el dinero que llevaban, y uno de los de a caballo dijo:
—Mi señora doña Guiomar de Quiñones, mujer del regente de la Vicaría de Nápoles, con una hija pequeña, una doncella y una dueña, son las que van en el coche; acompañámosla seis criados, y los dineros son seiscientos escudos.

—De modo —dijo Roque Guinart— que ya tenemos aquí novecientos escudos y sesenta reales: mis soldados deben de ser hasta sesenta; mírese a cómo le cabe a cada uno, porque yo soy mal contador.

Oyendo decir esto los salteadores, levantaron la voz, diciendo:

—¡Viva Roque Guinart muchos años, a pesar de los lladres que su perdición procuran!

Mostraron afligirse los capitanes, entristecióse la señora regenta y no se holgaron nada los peregrinos, viendo la confiscación de sus bienes. Túvolos así un rato suspensos Roque, pero no quiso que pasase adelante su tristeza, que ya se podía conocer a tiro de arcabuz, y volviéndose a los capitanes dijo:

—Vuesas mercedes, señores capitanes, por cortesía, sean servidos de prestarme sesenta escudos, y la señora regenta ochenta, para contentar esta escuadra que me acompaña, porque el abad, de lo que canta yanta, y luego puédense ir su camino libre y desembarazadamente, con un salvoconduto que yo les daré, para que si toparen otras de algunas escuadras mías que tengo divididas por estos contornos, no les hagan daño, que no es mi intención de agraviar a soldados ni a mujer alguna, especialmente a las que son principales.

Infinitas y bien dichas fueron las razones con que los capitanes agradecieron a Roque su cortesía y liberalidad, que por tal la tuvieron, en dejarles su mismo dinero. La señora doña Guiomar de Quiñones se quiso arrojar del coche para besar los pies y las manos del gran Roque, pero él no lo consintió en ninguna manera, antes le pidió perdón del agravio que le había hecho forzado de cumplir con las obligaciones precisas de su mal oficio. Mandó la señora regenta a un criado suyo diese luego los ochenta escudos que le habían repartido, y ya los capitanes habían desembolsado los sesenta. Iban los peregrinos a dar toda su miseria, pero Roque les dijo que se estuviesen quedos y, volviéndose a los suyos, les dijo:

—Destos escudos dos tocan a cada uno, y sobran veinte: los diez se den a estos peregrinos, y los otros diez a este buen escudero, porque pueda decir bien de esta aventura.

Y trayéndole aderezo de escribir, de que siempre andaba proveído, Roque les dio por escrito un salvoconduto para los mayorales de sus escuadras y, despidiéndose dellos, los dejó ir libres y admirados de su nobleza, de su gallarda disposición y estraño proceder, teniéndole más por un Alejandro Magno que por ladrón conocido. Uno de los escuderos dijo en su lengua gascona y catalana:
—Este nuestro capitán más es para frade que para bandolero: si de aquí adelante quisiere mostrarse liberal, séalo con su hacienda, y no con la nuestra.

No lo dijo tan paso el desventurado, que dejase de oírlo Roque, el cual, echando mano a la espada, le abrió la cabeza casi en dos partes, diciéndole:

—Desta manera castigo yo a los deslenguados y atrevidos.
Pasmáronse todos y ninguno le osó decir palabra: tanta era la obediencia que le tenían.


Sin embargo, ahora el reparto no satisface a uno de sus escuderos, quien protesta. Motivo por el que Roque Quinart, como un rayo le abre la cabeza casi en dos partes.

jueves, 16 de diciembre de 2010

El reparto

Que la justicia distributiva o reparto sea lo que importa, se me ocurrió en el post anterior sin reparar en que Cervantes lo trata:

“Mandóselos volver al punto Roque Guinart y, mandando poner los suyos en ala, mandó traer allí delante todos los vestidos, joyas y dineros y todo aquello que desde la última repartición habían robado; y haciendo brevemente el tanteo, volviendo lo no repartible y reduciéndolo a dineros, lo repartió por toda su compañía, con tanta legalidad y prudencia, que no pasó un punto ni defraudó nada de la justicia distributiva. Hecho esto, con lo cual todos quedaron contentos, satisfechos y pagados, dijo Roque a don Quijote:
—Si no se guardase esta puntualidad con estos, no se podría vivir con ellos.
A lo que dijo Sancho:
—Según lo que aquí he visto, es tan buena la justicia, que es necesaria que se use aun entre los mesmos ladrones”.

Como dije, este libro no está escrito para los intelectuales, sujetos como están a ilustrar la justicia distributiva, sino para la inteligencia que se usa en las relaciones internacionales. Lo acaba de decir Solana; que los actores son, por lo menos todavía, los estados.


Y aparte. Tenemos que pensar que la escena tuvo lugar realmente o fue una invención del autor. El intelectual buscaría una referencia intelectual, que Roque era más caco que Caco; el inteligente busca una referencia fáctica; las expresiones sagradas, según sean puestas en situación, dan risa. o al menos pierden aquel explendor que las hace inviolables. Porque la realidad no la capta, inmoviliza, ninguna expresión.

Así, lo que Cervantes hace es crear escenarios de risa. Pero no para hacer reir, sino para defenderse....je je je

martes, 14 de diciembre de 2010

Lo que nos diferencia

Te escribo de prisa, por no perderte.

No llegamos a ninguna conclusión en el caso del pastor y el labrador. En efecto, el Quijote es un libro que no dice, sino que pregunta. Así que es lógico que los que lo han interpretado se han equivocado, ¡qué gracioso! porque la verdad es una, y el resto son disparates.

Vamos a ver si podemos nosotros sacar en limpio la verdad del proto-quijote, que va a dar sentido a las aventuras que se le añaden:

Los libros vuelven loco a don Quijote al creerse que representan el mundo real; adopta el mismo la actitud de un personaje de éstos, se hace armar caballero y se dispone a instaurar la justicia en el mundo. Ya hemos visto como la “impone” aunque viene a salirle mal como para que lo lleven para el arrastre de vuelta a casa. Allí su familia, el ama y la sobrina, deciden quemar su biblioteca que consideran culpable de su locura. Acertadamente piensan que esas historias de los caballeros y sus ideales de justicia y amoríos son disparates y llenan el mundo del caos. Más le vale, dicen, que se ocupe de su hacienda. Llegan el cura y el barbero y en lugar de quemar todos los libros, no solo de caballería, sino los que le da la gana nombrar al autor de diversos géneros, queman la mayoría y salvan los que más les gustan.

Otra vez, ¿en qué quedamos respecto a los libros, aunque fueran solo de caballerías?

Los libros, vehículos de las creencias, se publican y se conservan en función de que aclamen a su patrocinador; en el caso de la Ilíada y la Odisea, para mayor gloria de los invasores griegos, en especial de sus líderes los espartanos, en la Eneida de los romanos, en especial de la casa Julia y así todos los que son y en el mundo han sido (querido lector, te recomiendo el prólogo, donde se hace justicia de los libros en general también). Con ellos sucede como con la imposición de una justicia –aquella a favor de Andrés- o de una sumisión –la de los comerciantes a favor de Dulcinea-, que se impone desde la potencia. Cómo no puede ser de otra manera, todos son ideológicos. La única diferencia, el motivo por el que los salvan el cura y el barbero está en su valor artístico, humano.

Pero este libro, el Quijote, en lugar de decir, pregunta: La razón la llevan enteramente las mujeres, pero lo cierto es que no hay paz, justicia, en el mundo como para que nadie se preocupe por alcanzarla.

De modo que, a fin de cuentas, el motivo por el que este libro no se interpreta bien es porque no ha alcanzado su objetivo; desideologizar la realidad. Aquellos que lo interpretaban estaban haciendo ideología (esto no es culpa ya del autor). Es preciso leer el Quijote en su misma frecuencia para poder interpretarlo correctamente; ¿quién entre los creyentes que lo interpretan les puede interesar juzgar si se ríe de la religión? Y, peor, ¿quién puede decir que el Quijote cuestiona al arma, al estado? si tiene opinión porque éste se la consiente.

En efecto, el Quijote propiamente trata sobre algo que no nos está permitido pensar; la inversión más grande de la humanidad en todo tiempo y lugar. Como tal, un arma no se distingue de un/otra arma, pero nos vemos condenados a diferenciarlas. Cervantes viajó mucho, vió mucho y aprendió como todos somos iguales, nuestra distinción es el arma a la que pertenecemos que nos impone su grandeza, quiero decir su disparate.

La religión, los libros de caballería, han sido sustituidos por los de economía para entontecer al mundo; sus predicadores son ahora los mejor remunerados, pero todos sabemos en que se gasta todo, como se arruina todo, por qué se trabaja.

Con todo, la única cuestión es el reparto.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Quienes éramos nosotros

Frente a la vida ociosa de los caballeros andantes o aventureros, Cervantes quiere escribirnos como es la vida real, pero advierte que el libro pertenece a los caballeros andantes, viajeros, que apenas hacen sus necesidades, consumen mucho y contribuyen muy poco.

Sería, en efecto tedioso, dar cuenta de todos los actos que llevamos a cabo para vivir; que en los libros solo son escenerio de otros acontecimientos; la comida con los condes, el deseo de hacer pis en el carro encantado, morirse (en otros libros se queda otro de protagonista).

Nuestra existencia se da por hecha, pero no asegurada, es la misma vida que los animales. Si no dáis de comer a un animal doméstico se muere, porque no vale servirse por si mismo, y así dependemos todos unos de otros. Y no nos parece bien que haya leones en nuestra especie manipuladora.

Que los caballeros no pudieran volar en la vida real se ha convertido en una mentira. Podemos volar todos. A las estrellas.

martes, 7 de diciembre de 2010

Quien somos nosotros

—"Así es verdad —dijo Andrés—, pero este mi amo ¿de qué obras es hijo, pues me niega mi soldada y mi sudor y trabajo?

—No niego, hermano Andrés —respondió el labrador—, y hacedme placer de veniros conmigo, que yo juro por todas las órdenes que de caballerías hay en el mundo de pagaros, como tengo dicho, un real sobre otro, y aun sahumados.

—Del sahumerio os hago gracia —dijo don Quijote—: dádselos en reales, que con eso me contento; y mirad que lo cumpláis como lo habéis jurado: si no, por el mismo juramento os juro de volver a buscaros y a castigaros, y que os tengo de hallar, aunque os escondáis más que una lagartija. Y si queréis saber quién os manda esto, para quedar con más veras obligado a cumplirlo, sabed que yo soy el valeroso don Quijote de la Mancha, el desfacedor de agravios y sinrazones, y a Dios quedad, y no se os parta de las mientes lo prometido y jurado, so pena de la pena pronunciada.

Y, en diciendo esto, picó a su Rocinante y en breve espacio se apartó dellos. Siguióle el labrador con los ojos y, cuando vio que había traspuesto del bosque y que ya no parecía, volvióse a su criado Andrés y díjole:

—Venid acá, hijo mío, que os quiero pagar lo que os debo, como aquel desfacedor de agravios me dejó mandado.

—Eso juro yo —dijo Andrés—, y ¡cómo que andará vuestra merced acertado en cumplir el mandamiento de aquel buen caballero, que mil años viva, que, según es de valeroso y de buen juez, vive Roque que si no me paga, que vuelva y ejecute lo que dijo!

—También lo juro yo —dijo el labrador—, pero, por lo mucho que os quiero, quiero acrecentar la deuda, por acrecentar la paga.

Y, asiéndole del brazo, le tornó a atar a la encina, donde le dio tantos azotes, que le dejó por muerto".

Mentir -> no cumplir lo prometido -> confesar: Se obliga a confesar por la fuerza y luego se exige cumplir lo prometido.

Los hechos: Don Quijote hace confesar y prometer en el acto pero no puede hacer cumplir, porque el castigo queda dudoso.

Don Quijote es consciente de ello y apela entonces al juramento de Juan, a quien toma por caballero, esto es; tiene que cumplir su palabra incondicionalmente -ya que de otro modo, como caballero, habiera dado la vida por defenderla -defender su espíritu- antes que generarla por sumisión -como los villanos. Ahí tenemos a los caballeros.

El propósito de Cervantes es acabar con esos libros de caballería, los libros que hablan de defender un tal espíritu hasta la muerte. Lo que no significa que podamos entonces que incumplir las promesas o mentir, sino todo lo contrario, pues necesitamos cooperar, pero utilizando otro criterio; la razón, el sentido común y no el de un espíritu ensimismado, sino de uno abierto y libre que resulta de la comunidad con los demás.

En contra de lo que suponemos tener derecho como lectores, el autor aquí no nos dice o da indicios claros de lo que en realidad pasa; el labrador no paga pero pega, el pastor pierde las ovejas, ¿las roba? ¿se cobra con ellas? Ignoramos lo que realmente haya detrás de lo que acabamos de presenciar. Ahora pensemos este escenario desde el punto de vista del autor (el Dios, que lo sabe todo, pero que solo nos da a conocer lo que nos conviene para el caso). En efecto, tenemos que concentrarnos en este proceso, más que en el hecho propiamente delictivo que el juicio pueda luego sancionar. Ese proceso es simplemente la evolución, el cambio en el juego de fuerzas.

Hemos podido apreciar que la justicia necesita una buena red para poder implementar la ley. Pero este sistema tan poderoso de justicia que apenas deja resquicio, ¿se ocupa realmente de la justicia o de hacer confesar?. Es el poder de esa justicia la que lleva a los pobres a dar a los ricos y esa práctica la llamamos y nos creemos que es la justicia.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Quien somos nosotros

Te lo digo ahora. Verás que esfuerzo se exige:

—El daño está, señor caballero, en que no tengo aquí dineros: véngase Andrés conmigo a mi casa, que yo se los pagaré un real sobre otro.

—¿Irme yo con él? —dijo el muchacho—. Mas ¡mal año! No, señor, ni por pienso, porque en viéndose solo me desuelle como a un San Bartolomé.

—No hará tal —replicó don Quijote—: basta que yo se lo mande para que me tenga respeto; y con que él me lo jure por la ley de caballería que ha recebido, le dejaré ir libre y aseguraré la paga.

—Mire vuestra merced, señor, lo que dice —dijo el muchacho—, que este mi amo no es caballero, ni ha recebido orden de caballería alguna, que es Juan Haldudo el rico, el vecino del Quintanar.

—Importa poco eso —respondió don Quijote—, que Haldudos puede haber caballeros; cuanto más, que cada uno es hijo de sus obras.

Es ahora el muchacho el que desconfia de Juan afirmando que miente. Don Quijote le adjudica un juramento que asume, sin duda, se verá obligado a cumplir.

¿Cumplir qué? Pagarle. ¿Por qué es rico además? Tu quieres ser rico. Pues ya está..

En realidad, todos necesitamos pasta.

¿Qué quiere decir don Quijote diciendo que cada uno es hijo de sus obras?
Qué si, como se entiende, si has hecho algo malo ya eres malo.
Nope. Que naces cada vez que actúas. Que siempres puedes cambiar.

¿Cuál es el problema entonces?