sábado, 14 de mayo de 2011

Teología

Mientras hacen noche en la venta tiene ocasión el valeroso don Quijote de acometer una aventura o dos; en el interludio de la guerra de los burros nos elevamos hasta los monos para abordar una vez más el problema de la fe, de la que deberían los interpretes de Cervantes, en su mayor parte teólogos, sacar mejor partido.

A la venta que ya conoces estaba don Quijote llegó un titiritero del que dijo el ventero:

“Trae asimismo consigo un mono de la más rara habilidad que se vio entre monos ni se imaginó entre hombres, porque, si le preguntan algo, está atento a lo que le preguntan y luego salta sobre los hombros de su amo y, llegándosele al oído, le dice la respuesta de lo que le preguntan, y maese Pedro la declara luego; y de las cosas pasadas dice mucho más que de las que están por venir, y aunque no todas veces acierta en todas, en las más no yerra, de modo que nos hace creer que tiene el diablo en el cuerpo”.


Y, en efecto, así lo confirman y determinan poco después don Quijote y Sancho

“Don Quijote no estaba muy contento con las adivinanzas del mono, por parecerle no ser a propósito que un mono adivinase, ni las de por venir ni las pasadas cosas, y, así, en tanto que maese Pedro acomodaba el retablo, se retiró don Quijote con Sancho a un rincón de la caballeriza, donde sin ser oídos de nadie le dijo:

—Mira, Sancho, yo he considerado bien la estraña habilidad deste mono, y hallo por mi cuenta que sin duda este maese Pedro su amo debe de tener hecho pacto tácito o espreso con el demonio.

—Si el patio es espeso y del demonio—dijo Sancho—, sin duda debe de ser muy sucio patio; pero ¿de qué provecho le es al tal maese Pedro tener esos patios?

—No me entiendes, Sancho: no quiero decir sino que debe de tener hecho algún concierto con el demonio de que infunda esa habilidad en el mono, con que gane de comer, y después que esté rico le dará su alma, que es lo que este universal enemigo pretende. Y háceme creer esto el ver que el mono no responde sino a las cosas pasadas o presentes, y la sabiduría del diablo no se puede estender a más, que las por venir no las sabe si no es por conjeturas, y no todas veces, que a solo Dios está reservado conocer los tiempos y los momentos, y para Él no hay pasado ni porvenir, que todo es presente. Y siendo esto así, como lo es, está claro que este mono habla con el estilo del diablo, y estoy maravillado cómo no le han acusado al Santo Oficio, y examinádole y sacádole de cuajo en virtud de quién adivina; porque cierto está que este mono no es astrólogo, ni su amo ni él alzan ni saben alzar estas figuras que llaman «judiciarias», que tanto ahora se usan en España, que no hay mujercilla, ni paje, ni zapatero de viejo que no presuma de alzar una figura, como si fuera una sota de naipes del suelo, echando a perder con sus mentiras e ignorancias la verdad maravillosa de la ciencia. De una señora sé yo que preguntó a uno destos figureros que si una perrilla de falda, pequeña, que tenía, si se empreñaría y pariría, y cuántos y de qué color serían los perros que pariese. A lo que el señor judiciario, después de haber alzado la figura, respondió que la perrica se empreñaría y pariría tres perricos, el uno verde, el otro encarnado y el otro de mezcla, con tal condición que la tal perra se cubriese entre las once y doce del día o de la noche, y que fuese en lunes o en sábado; y lo que sucedió fue que de allí a dos días se murió la perra de ahíta, y el señor levantador quedó acreditado en el lugar por acertadísimo judiciario, como lo quedan todos o los más levantadores”


No obstante, mozo y amo no tienen inconveniente en hacer uso de los servicios que el diablo les facilita y le interrogan por la verdad o mentira de lo acontecido en la cueva de Montesinos. El mono no tiene ni idea, pero responde discretamente:

“El mono dice que parte de las cosas que vuesa merced vio o pasó en la dicha cueva son falsas, y parte verisímiles, y que esto es lo que sabe, y no otra cosa, en cuanto a esta pregunta; y que si vuesa merced quisiere saber más, que el viernes venidero responderá a todo lo que se le preguntare, que por ahora se le ha acabado la virtud, que no le vendrá hasta el viernes, como dicho tiene.”


Finalmente, como el autor no cree, nos da cuenta que Maese Pedro es el galeote liberado por don Quijote y huído, Ginés de Pasamonte, que se ha puesto el parche en el ojo para dificultar que le reconozcan, que continua sus actividades de pícaro aprovechándose de la credulidad de la gente con el mono adivino. Simplemente se informaba del pasado de sus clienes antes de ejercitar su virtud, y añadía teatro, como el ponerse de rodillas ante don Quijote, al que ya conocía, cuando fingió que se lo declaró el mono. Y, en efecto, llegó primero a la venta para informarse de quien había en ella y preparar con algún criterio las respuestas y salió luego.

A este discurso sobre la fe contribuye Cide Hamete Benengueli, afirmando:

«Juro como católico cristiano... ». A lo que su traductor dice que el jurar Cide Hamete como católico cristiano, siendo él moro, como sin duda lo era, no quiso decir otra cosa sino que así como el católico cristiano, cuando jura, jura o debe jurar verdad y decirla en lo que dijere, así él la decía como si jurara como cristiano católico en lo que quería escribir de don Quijote, especialmente en decir quién era maese Pedro y quién el mono adivino que traía admirados todos aquellos pueblos con sus adivinanzas.
Querido lector, este párrafo tiene algunas vueltas, voy a ver si lo desenredo, o lo lio más:

Comienza Cide; "Juro como católico cristiano..." Y su interprete entonces dice que como Cide Hamete de hecho no es cristiano -quiere decir que esto significa que "cuando jura , jura o debe jurar verdad y decirla en lo que dijere" El intérprete -como a menudo sucede con los de Cervantes- le corrige al interpretarle, pues lo suyo es que hubiera dicho "juro como los catolicos cristianos (hacen)". Y, sin duda es esto lo que quería decir, pero lo dijo un poco imprecisamente. De todos modos, si no es católico, ya no le vale tal juramento por defecto. Lo que si nos interesa, sin embargo, es el  modo ineludible que tenemos de actuar; lo determinante en toda interpretación es el contexto, incluso, como vemos aquí, puede hacernos pasar por encima de las palabras que se pronuncian facticamente, de este modo juzgamos/interpretamos subjetivamente, como nos conviene. A partir de ahí es es tan fácil al titiritero con el mono, o a la gente que echa las cartas, tomar el pelo a la gente con palabrería -sacarle dinero, incluso voluntariamente, que es lo que, por último, importa; pero si un teatro - un rito- acompaña a las palabras (haciendo de una suerte de contexto) el reforzamiento es mucho más intenso -y estamos ya en casi en la casa de recreo de los Duques.

1 comentario:

  1. Fe de errores que confirma mi interpretación de los hechos en general -y que, por cierto, manifiesta porque mantienen una guerra infinita cristianos y musulmanes desde la predicación de Mahoma:

    Aquí, como de ordinario, a todos los intérpretes del Quijote nos ha condicionado y extraviado nuestra condición de cristianos al enjuiciar el hecho de que Cide Hamete Benengueli jure como católico cristiano; no tengo duda ahora que, como musulmán, quería decir justamente lo contrario; que en este caso mentía. Algo que, por otra parte, no es más que un ajuste de cuentas a la ofensa que le hizo don Quijote calificandole a él, precisamente en su condición de musulmán de "falsario" al principio de esta Segunda Parte.

    PD. Así vemos también como interpretando el Quijote nos retratamos pues, como el primo humanista saco de los datos de la aventura de la cueva de Montesinos lo que le interesaba para fundamentar sus investigaciones, así hacemos nosotros con la contradicción constante del Quijote; que selecionamos o resaltamos lo que nos interesa de modo que parezca que Cervantes sustenta y apoya nuestro punto de vista. Lo peor es que, por lo general, algunos intérpretes, tristemente la mayoría, no han tenido más remedio que justificarse en la locura de don Quijote.

    ResponderEliminar