domingo, 8 de mayo de 2011

El duelo (basta de rebuznos y asnos)

Vale. Ya hemos identificado que el sentido de los rebuznos que atraviesan buena parte de la segunda deste libro es dar nombre, caracterizar y así justificar la guerra.

También, casualmente en el post anterior nos hablaba Castro del duelo por honor, y hételo aquí.

No conozco, o no me viene a la memoria, el análisis de este pasaje de la guerra de los rebuznos entre los muchos comentaristas del Quijote, mientras que la simple mención del mismo, sin embargo, es muy insistente. No en vano ocupa varios capítulos. Abellán dedica todo un artículo, de esos que se escriben para los abundantes honrosos centenarios del Quijote, encareciendonos la importancia de los rebuznos e invitándonos a su comentario.

Ahora cuando lo hagamos veremos cómo se cae de su peso por lo claro que es. Sin embargo; qué difícil es dar con el entendimiento de las cosas cuando tenemos el pensamiento sucio, la inteligencia ocupada por la ideología que nos impide verlas con la claridad del día para vivir en una permanente noche de luna nueva.

Pues bien, aunque algún autor como el erasmista Marcel Bataillon pasa por el cuento como en tabla de surf sobre las olas refiriendo que, sin duda, se trata de una historia popular real, no resultara que su pensamiento sobre Cervantes como el de Castro quedasen aquí mal parados, no se lo vamos a discutir eso nosotros para fijarnos en cómo lo cuenta su autor, quien no creo se lo encontrara tan detallado en el popular relato:

». Y, dividiéndose los dos (regidores) según el acuerdo, sucedió que casi a un mesmo tiempo rebuznaron, y cada uno engañado del rebuzno del otro, acudieron a buscarse, pensando que ya el jumento había parecido, y en viéndose, dijo el perdidoso: «¿Es posible, compadre, que no fue mi asno el que rebuznó?». «No fue sino yo», respondió el otro. «Ahora digo —dijo el dueño— que de vos a un asno, compadre, no hay alguna diferencia, en cuanto toca al rebuznar, porque en mi vida he visto ni oído cosa más propia.» «Esas alabanzas y encarecimiento —respondió el de la traza— mejor os atañen y tocan a vos que a mí, compadre, que por el Dios que me crió que podéis dar dos rebuznos de ventaja al mayor y más perito rebuznador del mundo: porque el sonido que tenéis es alto; lo sostenido de la voz, a su tiempo y compás; los dejos, muchos y apresurados; y, en resolución, yo me doy por vencido y os rindo la palma y doy la bandera desta rara habilidad.» «Ahora digo —respondió el dueño— que me tendré y estimaré en más de aquí adelante, y pensaré que sé alguna cosa, pues tengo alguna gracia, que puesto que pensara que rebuznaba bien, nunca entendí que llegaba al estremo que decís.» «También diré yo ahora —respondió el segundo— que hay raras habilidades perdidas en el mundo y que son mal empleadas en aquellos que no saben aprovecharse dellas.» «Las nuestras —respondió el dueño—, si no es en casos semejantes como el que traemos entre manos, no nos pueden servir en otros, y aun en este plega a Dios que nos sean de provecho.» Esto dicho, se tornaron a dividir y a volver a sus rebuznos, y a cada paso se engañaban y volvían a juntarse, hasta que se dieron por contraseño que para entender que eran ellos, y no el asno, rebuznasen dos veces, una tras otra. Con esto, doblando a cada paso los rebuznos, rodearon todo el monte sin que el perdido jumento respondiese, ni aun por señas. Mas ¿cómo había de responder el pobre y mal logrado, si le hallaron en lo más escondido del bosque comido de lobos? Y en viéndole, dijo su dueño: «Ya me maravillaba yo de que él no respondía, pues a no estar muerto, él rebuznara si nos oyera, o no fuera asno; pero a trueco de haberos oído rebuznar con tanta gracia, compadre, doy por bien empleado el trabajo que he tenido en buscarle, aunque le he hallado muerto». «En buena mano está, compadre —respondió el otro—, pues si bien canta el abad, no le va en zaga el monacillo.» Con esto, desconsolados y roncos se volvieron a su aldea, adonde contaron a sus amigos, vecinos y conocidos cuanto les había acontecido en la busca del asno, exagerando el uno la gracia del otro en el rebuznar, todo lo cual se supo y se estendió por los lugares circunvecinos; y el diablo, que no duerme, como es amigo de sembrar y derramar rencillas y discordia por doquiera, levantando caramillos en el viento y grandes quimeras de nonada, ordenó e hizo que las gentes de los otros pueblos, en viendo a alguno de nuestra aldea, rebuznase, como dándoles en rostro con el rebuzno de nuestros regidores. Dieron en ello los muchachos, que fue dar en manos y en bocas de todos los demonios del infierno, y fue cundiendo el rebuzno de en uno en otro pueblo de manera, que son conocidos los naturales del pueblo del rebuzno como son conocidos y diferenciados los negros de los blancos; y ha llegado a tanto la desgracia desta burla, que muchas veces con mano armada y formado escuadrón han salido contra los burladores los burlados a darse la batalla, sin poderlo remediar rey ni roque, ni temor ni vergüenza.

¿No está aquí el punto en como lo que es motivo repetidísimo de alto orgullo y encarecida mutua alabanza por la habilidad y virtud en rebuznar de los regidores, se transforme por el arte del diablo en una afrenta para el pueblo?. Esta es la clave del relato; la actitud franca, amistosa e ingenua entre los amigos, y la actitud maliciosa de los pueblos vecinos. Es pues esa rivalidad que va de suyo a los pueblos, ambos como unidades con sus sistemas jerárquicos, la que, por consiguiente, implica esa rivalidad y esa malicia. Sobre esto nos hace reflexionar Cervantes con el Quijote de modo recurrente; la oposición entre la relación personal y la relación mediada institucional, ideológicamente, como bien ha captado Vicent Llorens y así lo veremos en breve con los moriscos, con los bandoleros….

Algo sobre lo que no pone paz, “ni rey ni roque”, hablando, por cierto, de la ideología de su tiempo (en la que todo lo arreglaba el rey o, si me apuras, Cristo como cabeza mística de la Iglesia).

Pasamos ahora a la siguiente escena, en la que ya se encuentran con el batallón del pueblo ofendido, la cual sazona Sancho mencionando que no echemos cuenta a la bandera pues “tan a pique está de rebuznar un alcalde como un regidor”.

En esta parte don Quijote les suelta las sandeces de turno, con las que se expone la ideología de su tiempo -muy semejante al nuestro. Y, una vez más, le toca a Sancho, nuestro redentor, ser el mártir de la verdad rebuznando y demostrando como el bla bla bla de don Quijote no hace realmente ningún efecto, más que entretener y suspender al público como si de un teatrillo se tratase.

“—El diablo me lleve —había dicho a esta sazón Sancho entre sí— si este mi amo no es tólogo, y si no lo es, que lo parece como un güevo a otro.”

Y así, cuando ingenua y francamente rebuzna el bueno de Sancho ante tan crítica, experimentada y meritoria audiencia no lo interpreta el pueblo-público de la manera amistosa, ingenua y eminente de sus regidores (o alcaldes) a la que El se entrega, sino de la manera suspicaz e irascible que usan con los pueblos vecinos…..

Que oportunamente concluye Cervantes el pasaje acordándose de las cansinas guerras de los griegos que no diferían un punto de ésta del “….”

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