lunes, 4 de abril de 2011

Teoría del conocimiento

“En esto, volvió en sí el de los Espejos, lo cual visto por don Quijote, le puso la punta desnuda de su espada encima del rostro y le dijo:


—Muerto sois, caballero, si no confesáis que la sin par Dulcinea del Toboso se aventaja en belleza a vuestra Casildea de Vandalia; y demás de esto habéis de prometer, si de esta contienda y caída quedárades con vida, de ir a la ciudad del Toboso y presentaros en su presencia de mi parte, para que haga de vos lo que más en voluntad le viniere...
Confieso —dijo el caído caballero— que vale más el zapato descosido y sucio de la señora Dulcinea del Toboso que las barbas mal peinadas, aunque limpias, de Casildea, y prometo de ir y volver de su presencia a la vuestra y daros entera y particular cuenta de lo que me pedís.
—También habéis de confesar y creer —añadió don Quijote— que aquel caballero que vencistes no fue ni pudo ser don Quijote de la Mancha, sino otro que se le parecía, como yo confieso y creo que vos, aunque parecéis el bachiller Sansón Carrasco, no lo sois, si no otro que le parece y que en su figura aquí me le han puesto mis enemigos, para que detenga y temple el ímpetu de mi cólera y para que use blandamente de la gloria del vencimiento.
—Todo lo confieso, juzgo y siento como vos lo creéis, juzgáis y sentís —respondió el derrengado caballero—. Dejadme levantar, os ruego, si es que lo permite el golpe de mi caída, que asaz maltrecho me tiene.”
Es frecuente, sobre todo entre los intérpretes anglosajones, la calificación del Quijote como simple libro cómico y de entretenimiento. A mí me parece más bien un libro pedagógico, muy especialmente en su Segunda parte. Y la lección más ‘originaria’ del Quijote, que nos retrotrae al protoquijote o los capítulos iniciales de la primera parte, es su teoría del conocimiento a la que una pléyade de filósofos inmediatamente posteriores a Cervantes han dedicado sus más profundos pensamientos y más prominentes obras; válganos el Discurso del Método de Descartes, el Ensayo del Entendimiento Humano de Locke, o el Tratado de la Naturaleza Humana de Hume, o las Críticas de Kant, o el Cuádruple Principio de la Razón suficiente de Schopenhauer, etc. en las que intentan determinar qué tipo de conocimiento se ha de considerar científico.….pero el autor de las Novelas Ejemplares se ocupa del entendimiento de las relaciones humanas y queda éste explicado con la imagen del Caballero que mantiene la espada sobre el rostro del Derribado indicándole lo que debe confesar y aún creer.

Cierto que lo más “real” o “razón última” es la punta de la espada sobre el rostro, pero más ordinariamente es el mayor o menor pago o impago de un salario, o como te alcance para comer. Uno puede creer lo que le dé la gana, pero la más de las veces se cree verdaderamente al que vence o al que reparte. Luego, con la lanza alejada y la amenaza más difusa, puede suceder que la ironía nos desengañe, o saque de nuestro error, respecto a la validez universal de nuestro entendimiento, o de su razón de ser.

Sí, el Quijote es probablemente desde su concepción principalmente un libro pedagógico y este propósito se nos presenta muy claramente en los capítulos por los que ahora pasamos, o nos deslizamos, tras saltarnos ya el verde. El primero de ellos refiere al caso de los estudiantes duelistas, donde nos refiere como la técnica, la habilidad, el estudio y la disciplina; concretamente aplicado al arte de la esgrima, se demuestra claramente superior a la fuerza y el coraje.

Y acto seguido las bodas de Camacho, donde frente a la todopoderosa riqueza se muestra superior el ingenio y la industria de Basilio para ganar el amor de Quiteria que arrebata a Camacho.

Cervantes es siempre pedagógico; como el árbol lleno de fruta madura al que le vence su propio peso; ha gozado de una experiencia humana tan rica, tan completa que lo que más le interesa es transmitir esa extraordinaria sabiduría relativa a las relaciones humanas tanto social como particularmente. Y así excede el autor de las Novelas Ejemplares en sus constantes recomendaciones respecto al amor y el matrimonio, a lo que hay que convenir con Sancho que le

“Oía todo esto y dijo entre sí:

—Este mi amo, cuando yo hablo cosas de meollo y de sustancia suele decir que podría yo tomar un púlpito en las manos y irme por ese mundo adelante predicando lindezas; y yo digo dél que cuando comienza a enhilar sentencias y a dar consejos, no solo puede tomar un púlpito en las manos, sino dos en cada dedo, y andarse por esas plazas a ¿qué quieres, boca? ¡Válate el diablo por caballero andante, que tantas cosas sabes! Yo pensaba en mi ánima que solo podía saber aquello que tocaba a sus caballerías, pero no hay cosa donde no pique y deje de meter su cucharada.

Murmuraba esto algo Sancho, y entreoyóle su señor y preguntóle:

—¿Qué murmuras, Sancho?

—No digo nada, ni murmuro de nada —respondió Sancho—; solo estaba diciendo entre mí que quisiera haber oído lo que vuesa merced aquí ha dicho antes que me casara, que quizá dijera yo agora: «El buey suelto bien se lame».

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