miércoles, 16 de febrero de 2011

Sancho y los judios

"¡Bendito sea el poderoso Alá!,

dice Cide Hamete Benengeli al comienzo deste octavo capítulo. <<¡Bendito sea Alá!>> repite tres veces y dice que da estas bendiciones por ver que tiene ya en campaña a don Quijote y Sancho"
El dialogo que mantenía con su sobrina lo continúa ahora con Sancho. Éste, como aquella, le hace un propuesta alternativa.
“—Quiero decir —dijo Sancho— que nos demos a ser santos y alcanzaremos más brevemente la buena fama que pretendemos; y advierta, señor, que ayer o antes de ayer (que, según ha poco, se puede decir desta manera) canonizaron o beatificaron dos frailecitos descalzos, cuyas cadenas de hierro con que ceñían y atormentaban sus cuerpos se tiene ahora a gran ventura el besarlas y tocarlas, y están en más veneración que está, según dicen, la espada de Roldán en la armería del Rey nuestro Señor, que Dios guarde. Así que, señor mío, más vale ser humilde frailecito, de cualquier orden que sea, que valiente y andante caballero; más alcanzan con Dios dos docenas de diciplinas que dos mil lanzadas, ora las den a gigantes, ora a vestiglos o a endriagos”.
Pero para que diera Sancho en semejante desvarío tuvo lugar el siguiente prólogo:

Según se dirigen al Toboso a buscar a Dulcinea, se expresa Sancho en términos poco acordes con el juicio que de ella tiene don Quijote, por lo que manifiesta su temor de

"que en aquella historia que dicen que anda impresa de mis hazañas, si por ventura ha sido su autor algún sabio mi enemigo, habrá puesto unas cosas por otras, mezclando con una verdad mil mentiras".


Como, quizás, la conversión, confesión y muerte con las que se deshace de él su falsario y embelesador autor, para el que ciertamente de esas niñerías no se sigue la salvación eterna como se le viene adjudicando por parte de su gran mayoría de intérpretes fieles de la verdad.

Y lo mismo que a don Quijote le acontece sospechar a Sancho:

"y cuando otra cosa no tuviese sino el creer, como siempre creo, firme y verdaderamente en Dios y en todo aquello que tiene y cree la santa Iglesia Católica Romana, y el ser enemigo mortal, como lo soy, de los judíos, debían los historiadores tener misericordia de mí y tratarme bien en sus escritos. Pero digan lo que quisieren, que desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano; aunque por verme puesto en libros y andar por ese mundo de mano en mano, no se me da un higo que digan de mí todo lo que quisieren".
Confirma don Quijote el deseo de fama de Sancho como algo propio del ser humano, y así relata varios casos que manifiestan este anhelo, pero acaba por decir;

"Todas estas y otras grandes y diferentes hazañas son, fueron y serán obras de la fama, que los mortales desean como premios y parte de la inmortalidad que sus famosos hechos merecen, puesto que los cristianos, católicos y andantes caballeros más habemos de atender a la gloria de los siglos venideros, que es eterna en las regiones etéreas y celestes, que a la vanidad de la fama que en este presente y acabable siglo se alcanza; la cual fama, por mucho que dure, en fin se ha de acabar con el mesmo mundo, que tiene su fin señalado. Así, ¡oh Sancho!, que nuestras obras no han de salir del límite que nos tiene puesto la religión cristiana que profesamos. Hemos de matar en los gigantes a la soberbia; a la envidia, en la generosidad y buen pecho; a la ira, en el reposado continente y quietud del ánimo; a la gula y al sueño, en el poco comer que comemos y en el mucho velar que velamos; a la lujuria y lascivia, en la lealtad que guardamos a las que hemos hecho señoras de nuestros pensamientos; a la pereza, con andar por todas las partes del mundo, buscando las ocasiones que nos puedan hacer y hagan, sobre cristianos, famosos caballeros. Ves aquí, Sancho, los medios por donde se alcanzan los estremos de alabanzas que consigo trae la buena fama".

“Dígame, señor –prosiguió Sancho- esos Julios y Agostos, y todos esos caballeros hazañosos que ha dicho, que ya son muertos, ¿dónde están agora?

Los gentiles –respondió don Quijote- sin duda están en el infierno; los cristianos, si fueron buenos cristianos, o están en el purgatorio, o en el cielo

—Está bien —dijo Sancho—, pero sepamos ahora: esas sepulturas donde están los cuerpos desos señorazos ¿tienen delante de sí lámparas de plata, o están adornadas las paredes de sus capillas de muletas, de mortajas, de cabelleras, de piernas y de ojos de cera? Y si desto no, ¿de qué están adornadas?

Los sepulcros de los gentiles fueron por la mayor parte suntuosos templos.... Pero ninguna destas sepulturas ni otras muchas que tuvieron los gentiles se adornaron con mortajas, ni con otras ofrendas y señales que mostrasen ser santos los que en ellas estaban sepultados." Respondió don Quijote.

—A eso voy —replicó Sancho—. Y dígame agora: ¿cuál es más, resucitar a un muerto o matar a un gigante?

—La respuesta está en la mano —respondió don Quijote—: más es resucitar a un muerto.

—Cogido le tengo —dijo Sancho—. Luego la fama del que resucita muertos, da vista a los ciegos, endereza los cojos y da salud a los enfermos, y delante de sus sepulturas arden lámparas, y están llenas sus capillas de gentes devotas que de rodillas adoran sus reliquias, mejor fama será, para este y para el otro siglo, que la que dejaron y dejaren cuantos emperadores gentiles y caballeros andantes ha habido en el mundo.

—También confieso esa verdad —respondió don Quijote.

—Pues esta fama, estas gracias, estas prerrogativas, como llaman a esto —respondió Sancho—, tienen los cuerpos y las reliquias de los santos, que con aprobación y licencia de nuestra santa madre Iglesia tienen lámparas, velas, mortajas, muletas, pinturas, cabelleras, ojos, piernas, con que aumentan la devoción y engrandecen su cristiana fama. Los cuerpos de los santos, o sus reliquias, llevan los reyes sobre sus hombros, besan los pedazos de sus huesos, adornan y enriquecen con ellos sus oratorios y sus más preciados altares.

—¿Qué quieres que infiera, Sancho, de todo lo que has dicho? —dijo don Quijote”.
Es entonces cuando le propone Sancho que se hagan frailes en lugar de caballeros, según el texto que no repito porque lo copié ya arriba.

“ —Todo eso es así —respondió don Quijote—, pero no todos podemos ser frailes, y muchos son los caminos por donde lleva Dios a los suyos al cielo: religión es la caballería, caballeros santos hay en la gloria.

—Sí —respondió Sancho—, pero yo he oído decir que hay más frailes en el cielo que caballeros andantes.

—Eso es —respondió don Quijote— porque es mayor el número de los religiosos que el de los caballeros.

—Muchos son los andantes —dijo Sancho.

—Muchos —respondió don Quijote—, pero pocos los que merecen nombre de caballeros”.
La fama es en general un camino duro, difícil y ciego, como se ve por los hechos mencionados. De momento, en efecto, queda mejor la fama alcanzada en virtud del poder sobre los demás, como esos señorazos de los que habla Sancho, que como los frailecicos descalzos a los que beatificaron por el despiadado uso de las cadenas de hierro con que ceñían y atormentaban sus cuerpos. Los unos, caballeros, príncipes y reyes, han consolidado el poder de algún estado y dinastía o régimen, los otros, sufridos frailecicos, consolidan el poder de su coalición, el vínculo en la creencia, y, por ello, a los muertos famosos, o de extraíble fama, el futuro les recuerda en función del uso que de ellos se puede hacer por parte de los vivos. De éste modo es normal que aquellos que arriesgaron su vida o sacrificaron su libertad para ser recompensados con esa fama sean buenos ejemplos para los que en éste momento ponen vida y libertad de buena fe a disposición de sus correligionarios. Por lo general a eso se remite la fama.

La pena es que ponen su vida y su libertad a disposición de su correligionarios y no del hombre del modo que pretenden don Quijote y los caballeros andantes, porque, como dice Sancho, “y cuando otra cosa no tuviese sino el creer, como siempre creo, firme y verdaderamente en Dios y en todo aquello que tiene y cree la santa Iglesia Católica Romana, y el ser enemigo mortal, como lo soy, de los judíos, debían los historiadores tener misericordia de mí y tratarme bien en sus escritos”.

1 comentario:

  1. Imaginemos ahora el mundo por venir. Los hombres en nuestra voluntad de poder y de ahorramos cualquier tipo de esfuerzo hemos hecho uso primero de los animales, luego de las máquinas... Por otra parte nos comunicamos cada vez con mayor celeridad; primero solo podíamos comunicarnos con los que estaban a nuestra vera y de palabra (o gestos), después hemos ido logrando mantener nuestra comunicación -y así coordinación- en el tiempo por las grabaciones y las escrituras y hemos llegados a comunicarnos con el mundo entero y cada vez con mayor celeridad hasta poder mantener una comunicación continua y a prácticamente cualquier distancia.

    Cuando se alce la bandera blanca por la paz y para formar la comunidad humana ese progreso continuará y se acelerará hasta el punto que el futuro se nos presenta sin cuerpo y sin divisiones, seremos espíritu y nuestro cuerpo será el mismo universo, algo semejante a la idea que se tiene de Dios.

    Quizás esté en nuestro poder intervenir incluso en el pasado –lo que es nuestra actualidad- pero no lo haremos, pues necesitamos de la experiencia para ir ganando la libertad.

    Esa es la inmortalidad que se me ocurre pensar; la de nuestra especie, pero no concibo la del alma individual.

    Todos tratan bien a Sancho, por cierto, por lo descarado y simpático que es. Y no porque odie a los judíos. Él lo sabe, y es capaz de bromear con ello.

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