viernes, 11 de febrero de 2011

Don Quijote y su sobrina

Comienzan los preparativos de la tercera salida por parte de Sancho y don Quijote.


Para justificarse ante la sobrina y el Ama a la vista de su ya inminente tercera salida, quejosas de que desatendiera su hacienda y su deber, recurre don Quijote a la retórica de las Armas y las Letras de la siguiente manera:


Dos caminos hay, hijas, por donde pueden ir los hombres a llegar a ser ricos y honrados: el uno es el de las letras; el otro, el de las armas. Yo tengo más armas que letras, y nací, según me inclino a las armas, debajo de la influencia del planeta Marte.
Con esto cierra don Quijote su discurso y su decisión. Pero para llegar hasta esta conclusión transitan el siguiente diálogo:

Amenazó el Ama con que se iba a quejar a Dios y al Rey si don Quijote persistía en su idea de salir otra vez en busca de aventuras, a lo que replicó don Quijote que no sabía lo que respondería Dios ni tampoco su Majestad pero que si él fuese Rey se excusara de responder a infinidad de memoriales que le dan; “y así no querría yo que cosas mías le diesen pesadumbre”.

Se le ocurre entonces preguntar a la sobrina si no hay ya caballeros en la Corte. Sí, y los hay para adorno y grandeza de los príncipes y para ostentación de la majestad real, le responde. Pues ¿no sería vuesa merced –replicó ella- uno de ellos? Replica don Quijote que ni todos los caballeros pueden ser cortesanos ni todos los cortesanos pueden ser caballeros y por lo que a él toca es de los que se exponen a la intemperie frente a los que se pasean por el mundo en los mapas.

Le dice entonces la sobrina que advierta que lo de los caballeros andantes, esos que se exponen a la intemperie, “es fábula y mentira, y sus historias, ya que no las quemasen, merecían que a cada una se le echase un sambenito, o alguna señal en que fuese conocida por infame y por gastadora de buenas costumbres”. Se irrita don Quijote por la “blasfemia”, aunque concede luego que los hay mejores y peores entre los caballeros andantes. Le replica entonces la sobrina que pudiendo él irse a predicar por ahí le da por irse “de valiente siendo viejo, como que tiene fuerzas, siendo enfermo, que endereza entuertos, estando agobiado y sobre todo, que es caballero, no lo siendo, porque aunque lo puedan ser los hidalgos, no lo son los pobres...”

Tienes mucha razón, Sobrina, en lo que dices -respondió don Quijote-, y cosas te pudiera yo decir acerca de los linajes que te admiraran, pero para no mezclar lo divino con lo humano no las digo. Mirad, amigas: hay cuatro suertes de linajes y -estadme atentas- se pueden reducir todos los que hay en el mundo, que son éstas: unos, que tuvieron principios humildes, y se fueron extendiendo y dilatando hasta llegar a una suma grandeza; otros que tuvieron principios grandes y los fueron conservando, otros que aunque tuvieron principios grandes, acabaron en punta como la pirámide, habiendo disminuido y aniquilado su principio hasta parar en la nonada; otros hay que ni tuvieron principio bueno ni razonable medio, y así tendrán el fin, sin nombre, como el linaje de la gente plebeya y ordinaria”. A continuación cita ejemplos de esos linajes y concluye; “del linaje plebeyo no tengo que decir sino que sirve solo de acrecentar el número de los que viven, sin que merezcan otra fama ni otro elogio sus grandezas.
Con esto se llega al punto donde comenzamos recogiendo su cita de las Armas y las Letras, la cual redondea diciendo

y será en balde cansaros en persuadirme a que no quiera yo lo que los cielos quieren, la fortuna ordena y la razón pide, y, sobre todo, mi voluntad desea; pues con saber, como sé, los innumerables trabajos que son anejos a la andantes caballería, se también los infinitos bienes que se alcanzan con ella; y sé que la senda de la virtud es muy estrecha, y el camino del vicio, ancho y espacioso; y sé que sus fines y paraderos son diferentes; porque el del vicio, dilatado y espacioso, acaba en la muerte, y el de la virtud, angosto y trabajoso, acaba en la vida, y no en vida que se acaba, sino en la que no tendrá fin.
En efecto, solo cuando encaremos la realidad, cuando asumamos la verdad; la supremacía de las Armas, sola entonces podrá el género humano sobrevivir, mientras el camino llano de las Letras no es sino la sumisión a nuestro destino suicida.
–Yo te prometo sobrina – respondió don Quijote-, que si estos pensamientos caballerescos no me llevasen tras sí todos los sentidos, que no habría cosa que yo no hiciese, ni curiosidad que no saliese de mis manos, especialmente jaulas y palillos de dientes.
La mente del ama y de la sobrina solo da para un mundo uniforme tejido por las Letras, según las cuales simplemente nos corresponde el aumento de la hacienda, tal como le proponen. La inmortalidad se queda en manos de Dios. Y don Quijote les parece loco por identificar el Arma, y el conflicto humano que de ella se deriva y que lo parte en dos y en un frente. Ese mundo partido es el mundo real, en contraste con la sumisión del ama y la sobrina a su mitad, que, sin embargo, se les representa por las Letras como un orden o sistema completo.

Seguramente entienden el ama y la sobrina que la violencia deriva del contradictorio reparto de los bienes así como de la distribución de los ineludibles trabajos y tareas, pero los caballeros andantes, como Cervantes, se ocupan de la guerra, que es lo mesmo las armas que la guerra, porque han conocido que esa es la actividad humana determinante, la única tarea humana real, que sin resolver “no puede haber bien alguno”.

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