“Dijo don Quijote a don Antonio que el parecer que habían tomado en la libertad de don Gregorio no era bueno, porque tenía más de peligroso que de conveniente, y que sería mejor que le pusiesen a él en Berbería con sus armas y caballo, que él le sacaría a pesar de toda la morisma, como había hecho don Gaiferos a su esposa Melisendra.
—Advierta vuesa merced —dijo Sancho, oyendo esto— que el señor don Gaiferos sacó a su esposa de tierra firme y la llevó a Francia por tierra firme; pero aquí, si acaso sacamos a don Gregorio, no tenemos por dónde traerle a España, pues está la mar en medio.
—Para todo hay remedio, si no es para la muerte —respondió don Quijote—, pues llegando el barco a la marina, nos podremos embarcar en él, aunque todo el mundo lo impida.
—Muy bien lo pinta y facilita vuestra merced —dijo Sancho—, pero del dicho al hecho hay gran trecho, y yo me atengo al renegado, que me parece muy hombre de bien y de muy buenas entrañas.
Don Antonio dijo que si el renegado no saliese bien del caso, se tomaría el espediente de que el gran don Quijote pasase en Berbería.”
Dámaso Alonso señala la muy posible influencia sobre El Quijote del estrafalario personaje Camilote que aparece con su feísima amada Maimonda entre otros personajes del Primaleón escrito en 1512. El verdadero título del Primaleón es Libro Segundo del Palmerín, pues, en efecto, es la continuación del Palmerín de Oliva, ambos de Francisco Vázquez, vecino de Ciudad Rodrigo, y ambos gozaron de gran popularidad a tenor de las muchas ediciones que de él se hicieron a lo largo del siglo XVI. Señala Dámaso siete coincidencias con El Quijote que considera demasiadas como para ser obra de la casualidad: 1. Ambos son hidalgos 2. Ambos se lanzan en busca de aventuras y para empezarlas necesitan ser armados caballeros 3. Los dos están ridículamente enamorados, uno de la horrible Maimonda y otro de la zafia Aldonza Lorenzo, y los dos creen a sus amadas más bellas que las más hermosas mujeres del mundo 4. Uno y otro desafían a todos los caballeros para que reconozcan la hermosura de sus damas 5. Uno y otro hacen acompañar esa extravagancia fundamental de una serie de indicios estrafalarios, en vestido, modales, etc. 6. La reacción del mundo es la misma ante uno y otro hidalgo desatinado: se mofan de ellos. 7. El paralelismo de los nombres: El hidalgo Camilote y el hidalgo don Quijote.
Sobre el mismo planteamiento solo les diferencia el que Camilote va haciendo reconocer a caballero tras caballero la belleza de la fea Maimonda matándoles uno a uno hasta ser muerto él mismo por D. Duardos. Siendo Cervantes un consumado conocedor de los libros de caballerías y dada la gran fama del Primaleón no hay duda de que lo conocía, sentencia Alonso y añade que, si bien el Quijote puede quedar bajo la influencia de otras obras, ninguna de ella explicaría la idea central del libro: la fe en la hermosura de su Dulcinea (su Maimonda) tratada en vano de imponer al escéptico mundo.
Y aún hay más; sobre el matador de Camilote, don Duardos, hace una versión el genial dramaturgo portugués Gil Vicente; La Tragicomedia de don Duardos en la que, de modo idéntico al Quijote, ya se centra en el aspecto cómico, comedia que Cervantes, sin duda, también conocía.
Y, he aquí que llega hoy el don Duardos de Cervantes:
Y una mañana, saliendo don Quijote armado de todas sus armas, vio venir hacia él un caballero, armado asimismo de punta en blanco, que en el escudo traía pintada una luna resplandeciente que dijo:
Yo soy el Caballero de la Blanca Luna. Vengo a contender contigo y hacerte conocer y confesar que mi dama, sea quien fuere, es sin comparación más hermosa que tu Dulcinea del Toboso: la cual verdad si tú la confiesas de llano en llano, escusarás tu muerte y el trabajo que yo he de tomar en dártela; y si tú peleares y yo te venciere, no quiero otra satisfación sino que, dejando las armas y absteniéndote de buscar aventuras, te recojas y retires a tu lugar por tiempo de un año, donde has de vivir sin echar mano a la espada, en paz tranquila y en provechoso sosiego.
Y el visorrey: —Señores caballeros, si aquí no hay otro remedio sino confesar o morir, y el señor don Quijote está en sus trece, y vuestra merced el de la Blanca Luna en sus catorce, a la mano de Dios, y dense.
“volvieron entrambos a un mesmo punto las riendas a sus caballos, y como era más ligero el de la Blanca Luna, llegó a don Quijote a dos tercios andados de la carrera, y allí le encontró con tan poderosa fuerza, sin tocarle con la lanza (que la levantó, al parecer, de propósito), que dio con Rocinante y con don Quijote por el suelo una peligrosa caída. Fue luego sobre él y, poniéndole la lanza sobre la visera, le dijo:
—Vencido sois, caballero, y aun muerto, si no confesáis las condiciones de nuestro desafío.
Don Quijote, molido y aturdido, sin alzarse la visera, como si hablara dentro de una tumba, con voz debilitada y enferma, dijo:
—Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer del mundo y yo el más desdichado caballero de la tierra, y no es bien que mi flaqueza defraude esta verdad. Aprieta, caballero, la lanza y quítame la vida, pues me has quitado la honra.
—Eso no haré yo, por cierto —dijo el de la Blanca Luna—: viva, viva en su entereza la fama de la hermosura de la señora Dulcinea del Toboso, que solo me contento con que el gran don Quijote se retire a su lugar un año, o hasta el tiempo que por mí le fuere mandado, como concertamos antes de entrar en esta batalla.
El caballero de la Blanca Luna, no se presenta tras una dama Casildea ni más literatura, como hiciera el de los Espejos, su dama es “sea quien fuere”, dice, no lleva señales que le signifiquen solo el blanco, por blanco de la Blanca Luna, “va de punta en blanco”, bien preparado, va a lo suyo y concluye su tarea. Don Quijote no quiere renegar de su dama, a él eso le trae al pairo. Nos recuerda a ciertas aventuras que acabamos de pasar en que la fantasia lírica es puesto de golpe en términos puramente reales.
Cuando luego encuentra don Antonio Moreno a Sanson, el Caballero de la Blanca Luna se lamenta:
“Dios os perdone el agravio que habéis hecho a todo el mundo en querer volver cuerdo al más gracioso loco que hay en él! ¿No veis, señor, que no podrá llegar el provecho que cause la cordura de don Quijote a lo que llega el gusto que da con sus desvaríos?Sansón dice:
“soy del mesmo lugar de don Quijote de la Mancha (aún más que el castellano), cuya locura y sandez mueve a que le tengamos lástima todos cuantos le conocemos, y entre los que más se la han tenido he sido yo; y creyendo que está su salud en su reposo y en que se esté en su tierra y en su casa.
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