domingo, 27 de noviembre de 2011

Un amor no correspondido

Como le dieran a Sancho las cartas de su mujer, lamenta en lo que quedan ahora sus esperanzas. La alaba por no dejar de enviar a la duquesa las bellotas, que no han de ser consideradas cohecho, dice, y acaba con “Desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano”. Repite algunas veces Sancho esta falsedad; cierto que desnudo nació pero todos somos deudores de todos los que nos anteceden y de todos los que nos rodean, por lo que, aunque se entiende el sentido de la expresión, todos ganamos, perdemos y, sobre todo, nos estamos a deber.

Y acaba:

—¿No lo dije yo? —dijo Sancho—. ¡Bonico soy yo para encubrir hurtos! Pues, a quererlos hacer, de paleta me había venido la ocasión en mi gobierno
Siente mala conciencia don Quijote de su ociosidad y decide irse, fueron a verle los del castillo cuando salía, y allí le recita Altisidora otro romance recriminándole y cubriéndole de maldiciones por rechazarla y acusándole de quedarse con tres tocadores y unas ligas suyos. El duque le afea su conducta y le reta si no se los devuelve. Don Quijote no sabe de qué habla Altisidora, pero Sancho le devuelve los tocadores, en cuanto a las ligas había olvidado que las llevaba puestas.

Se rememora la partida de Eneas con los suyos antes del alba dejando a la enamorada reina Dido que se suicida por despecho, tal como representa más adelante Altisidora.

Los escuderos no solo obtienen botín de los restos de las batallas que libran y vencen los amos, también de sus amores.

La duquesa no está al tanto de esta burla y es sorprendida por el atrevimiento de Altisidora, pero el duque “quiso reforzar el donaire”. Pobre Altisidora, pobre duquesa, que también se enamora del loco. Cruel don Quijote, al que todas se le rinden sin provecho alguno.

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