sábado, 19 de noviembre de 2011

De cómo la atención al tonto de don Quijote impide ver el sentido de algunas historietas

De la descomunal (¿dónde, donde?) y nunca vista ¡ah!) batalla que pasó entre don Quijote de la Mancha y el lacayo Tosilos en la defensa de la hija de la dueña doña Rodríguez


“Fue condición de los combatientes que si don Quijote vencía, su contrario se había de casar con la hija de doña Rodríguez, y si él fuese vencido, quedaba libre su contendor de la palabra que se le pedía, sin dar otra satisfacción alguna”.


“Venía el valeroso combatiente (Tosilos) bien informado del duque su señor de cómo se había de portar con el valeroso don Quijote de la Mancha, advertido que en ninguna manera le matase, sino que procurase huir el primer encuentro, por escusar el peligro de su muerte, que estaba cierto si de lleno en lleno le encontrase”.


“Parece ser que cuando estuvo mirando a su enemiga le pareció la más hermosa mujer que había visto en toda su vida.”


“Digo, pues, que cuando dieron la señal de la arremetida estaba nuestro lacayo transportado, pensando en la hermosura de la que ya había hecho señora de su libertad, y, así, no atendió al son de la trompeta, como hizo don Quijote, que apenas la hubo oído cuando arremetió y a todo el correr que permitía Rocinante partió contra su enemigo; y viéndole partir su buen escudero Sancho, dijo a grandes voces:


—¡Dios te guíe, nata y flor de los andantes caballeros! ¡Dios te dé la vitoria, pues llevas la razón de tu parte!”


Me doy por vencido y que quiero casarme luego con aquella señora.


He aquí y hasta aquí la victoria de Dios.


Quedó admirado el maese de campo de las razones de Tosilos, y como era uno de los sabidores de la máquina de aquel caso no le supo responder palabra. El duque no sabía la ocasión por que no se pasaba adelante en la batalla, pero el maese de campo le fue a declarar lo que Tosilos decía, de lo que quedó suspenso y colérico en estremo.


Tosilos se llegó adonde doña Rodríguez estaba y dijo a grandes voces:


—Yo, señora, quiero casarme con vuestra hija y no quiero alcanzar por pleitos ni contiendas lo que puedo alcanzar por paz y sin peligro de la muerte.


Quedo descubierto y patente su rostro de lacayo. Viendo lo cual doña Rodríguez y su hija, dando grandes voces dijeron:


—¡Este es engaño, engaño es este! ¡A Tosilos, el lacayo del duque mi señor, nos han puesto en lugar de mi verdadero esposo! ¡Justicia de Dios y del rey de tanta malicia, por no decir bellaquería!


—Son tan extraordinarias las cosas que suceden al señor don Quijote, que estoy por creer que este mi lacayo no lo es; pero usemos deste ardid y maña: dilatemos el casamiento quince días siquiera, y tengamos encerrado a este personaje que nos tiene dudosos, en los cuales podría ser que volviese a su prístina figura, que no ha de durar tanto el rancor que los encantadores tienen al señor don Quijote, y más yéndoles tan poco en usar estos embelecos y transformaciones.


A lo que dijo la hija de Rodríguez:


—Séase quien fuere este que me pide por esposa, que yo se lo agradezco, que más quiero ser mujer legítima de un lacayo que no amiga y burlada de un caballero, puesto que el que a mí me burló no lo es.

He aquí y hasta aquí la victoria humana

Fuese la gente, volviéronse el duque y don Quijote al castillo, encerraron a Tosilos.

Sin embargo, acabamos con

la victoria del estado.

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