Pero, más allá de la crítica a los libros de caballería y a la religión, por inverosímiles, apunta Cervantes en el prólogo a todos los libros en general; a la filosofía pasada, presente y a las ideologías del porvenir, las que, en efecto, hemos conocido y las vivimos actualmente, donde la locura de don Quijote no es solo la confusión de molinos por gigantes, que no es sino una metáfora de la realidad, el objeto, sustituido por la abstracción, la figuración.
Finalmente, si asumimos este pensamiento de Cervantes, es decir, de total distanciamiento de las abstracciones o figuraciones –lo que no quiere decir que no se arrodillase en la iglesia y tomase el agua bendita, la extremaunción, la de don Quijote, se hiciese de la Orden de los Esclavos del Santísimo Sacramento y otras disposiciones semejantes que no veo diferentes a como nosotros nos vemos en situación de alabar al rey o a la república, condenar la dictadura de los mercados y alabar la bondades de la democracia-….¿cómo entender el prólogo al Persiles que transcribo a continuación escrito por Cervantes unos días antes de su muerte? Caso que, por cierto, me planteó un su traductor chino, el Sr Cui Weiben:
Mi vida se va acabando, y, al paso de las efeméridas de mis pulsos, que, a más tardar, acabarán su carrera este domingo, acabaré yo la de mi vida (como así fue, en efecto) es entonces cuando:Platicaron y no quedó muy satisfecho Cervantes de él, pero:
sentí que a mis espaldas venía picando con gran priesa uno
que cuando les alcanzó dijo:
“Este es el manco sano, el famoso todo, el escritor alegre, y, finalmente, el regocijo de las musas!
Yo, que en tan poco espacio vi el grande encomio de mis alabanzas, parecióme ser descortesía no corresponder a ellas. Y así, abrazándole por el cuello.dije:
-Ese es un error donde han caído muchos aficionados ignorantes. Yo, señor, soy Cervantes, pero no el regocijo de las musas, ni ninguno de las demás baratijas que ha dicho vuesa merced
Tornéle a abrazar, volvióseme a ofrecer, picó a su burra, y dejóme tan mal dispuesto como él iba caballero en su burra, a quien había dado gran ocasión a mi pluma para escribir donaires; pero no son todos los tiempos unos: tiempo vendrá, quizá, donde, anudando este roto hilo, diga lo que aquí me falta, y lo que sé convenía.
¡Adiós, gracias; adiós, donaires; adiós, regocijados amigos; que yo me voy muriendo, y deseando veros presto contentos en la otra vida!
Cervantes rechaza primero ser el escritor alegre, el regocijo de las musas…Ese es un error en el que han caído muchos ignorantes, dice.
Ese lector, "dejóme mal dispuesto…el iba caballero en su burra…a quien había dado ocasión mi pluma para escribir donaires…."
"Pero no son todos los tiempos unos: tiempo vendrá, quizá, donde, anudando este roto hilo, diga lo que aquí me falta, y lo que sé convenía. "
Cervantes expone directamente -como ya en otras ocasiones- que no puede decir lo que le falta por decir, lo que sabe que conviene decir.
Ese es el tiempo de la otra vida (no la del cielo, el infierno, o algo semejante), sino la que anude el roto hilo.