sábado, 5 de marzo de 2011

¿Tengo razón, o no? (1)

Son innumerables los autores que nos recuerdan lo que del Quijote dice Ortega; “no hay libro cuyo poder de alusiones simbólicas al sentido del universal de la vida sea tan grande”, y es el caso que la filosofía de Ortega es conocida como raciovitalismo de cuyo sentido nos da ajustada expresión su mayor discípulo, Julián Marías, en su obra La imagen de la vida humana, de la siguiente manera:

“Lo que llamamos entender consiste en hacer que algo funcione dentro de mi vida. Se entiende, por ejemplo, lo que es un objeto, una pluma, un vaso, un cuchillo, anticipando en la imaginación la función vital que es escribir, o beber, o cortar, viendo el objeto en cuestión ejecutando virtualmente esa función; si yo muestro una pluma a alguien que no sepa qué es escribir, que no conozca esa posibilidad humana, jamás verá una pluma. Y si se piensa en una realidad que no sea artificial e instrumental, el caso es semejante: solo se la entiende cuando asume una función –sea la que se quiera- dentro de mi vida. Y esto es la razón vital: la vida en su función de dar razón, es decir, de aprehender la realidad de su conexión”
He encontrado estos días este librito en mi estudio de la recepción del Quijote, ya que más adelante también trata en él de Cervantes, y coincide sorprendentemente con mi propio entendimiento de la realidad que ya había expresado en algunos post antiguos de www.whiteflag.info lo que aporta prueba a su validez.

En efecto, como dicen estos filósofos el modo en que las personas vivimos es proyectando nuestro futuro, previniéndolo, "curándonos" de él (como también lo ve Heidegger), en la forma de asegurarnos casa para protegernos de las inclemencias del tiempo, ropa para no tener frio, comida para cuando llega el hambre o la hora de comer y, de modo más directo, acumulando dinero que podemos intercambiar por cualquiera de esos materiales o servicios que cubren esas necesidades u otros deseos.

Sin embargo, cuando nos acercamos más a estos sus pensamientos de la razón vital comenzamos a percibir su desvarío o nuestro desacuerdo, o, de otro modo, su incapacidad para entender el Quijote hasta el final. Escribe asi también Marías:

“Es mi proyecto el que se interpone y se intercala entre la realidad y yo, el que hace las cosas o cosifica lo real, porque el proyecto, que no solo es algo real, sino una potencia realizadora, es el mismo una realidad imaginaria. Esto es una mesa porque proyecto sobre ella apoyar los codos, poner un libro o un vaso encima; pero se convierte en leña ante el proyecto de hacerla arder en la chimenea; en balsa, como resto de un naufragio…”
“Por lo visto, para tratar con la realidad no tengo más remedio que imaginarla”. “La razón de esto es grave; la vida no es me dada hecha, no solo tengo que realizarla, sino que además tengo que inventarla, incluso sus posibilidades. Eso que se llama percepción es ya en buena medida asunto de imaginación; actúan e intervienen en ella recuerdos, anticipaciones, todo un halo irreal sin el cual el halo perceptivo no es posible…”
Y desde aquí continua Marías su discurso sobre La imagen de la vida para pasar a las representaciones que hacen las artes, las cuales, asegura, tienen una función moral.

Ruego ahora al lector y a estos filósofos que sometan el objeto arma a ese acertado marco de la experiencia del entendimiento, y justo es que así sea aunque solo fuera porque es el principal asunto que Cervantes trata con el Quijote, y veremos como el resultado de su imagen de la vida cambia, aunque también solo fuera porque el arma ajustada a estos términos no encaja en la “vida en su función de dar razón” pues lo que el arma hace es privar de libertad al establecer la disyuntiva entre vida y libertad. En este sentido podríamos decir que el planteamiento de estos filósofos es “idealista”; la realidad no está a expensas de nuestra libertad, de nuestro proyecto. (Ni, en general, pienso que nuestro proyecto hace de la mesa leña, balsa o mesa; la mesa es mesa, es ella, la vista de ella, una vez conocida, la que convoca en mí su función y genera mi proyecto, y es esa serie de funciones que despiertan los objetos constituye el acervo más común de los hombres.)

Así, y en todo caso, es la existencia del arma en la naturaleza, anterior a esa experiencia del entendimiento del hombre, la que, al proyectarse éste, al prevenir el futuro, encuentra en ese objeto arma el fin de todas sus perspectivas. Por este motivo el hombre se organiza en todo tiempo y lugar en función de él en unidades armadas, y somete todos sus recursos –aunque no fuera consciente o deliberadamente- a ese fin último y así es que el arma es la producción suprema del hombre en todo tiempo y lugar.

Es el objeto arma el que falsifica la imagen o representación del mundo que nos hace Marías; éste dice que la vida hay que realizarla, esto puede ser cierto pero de modo apenas significante, pues la historia del mundo es la historia de la guerra, nuestra forma de organización está basada en la unidad armada, de la que luego surge una cultura, una constitución, cualquiera que sea siempre jerárquica, piramidal, requisitos todos que el arma nos genera para ser efectiva. Cuando nacemos, comenzamos a vivir, nos incorporamos en una “figura de ajedrez”, tal como sugiere Sancho, y Cervantes no olvida.

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