miércoles, 23 de marzo de 2011

De los Espejos

De la conversación de los amos se llega a que el de los Espejos dice que había ya derrotado al famoso don Quijote, asaz de otros muchos grandes hechos realizados en nombre y pro de su amada Casildea de Vandalia. Y se lo dijo así:

“Pero de lo que yo más me precio y ufano es de haber vencido en singular batalla a aquel tan famoso caballero don Quijote de la Mancha, y héchole confesar que es más hermosa mi Casildea que su Dulcinea; y en solo este vencimiento hago cuenta que he vencido todos los caballeros del mundo, porque el tal don Quijote que digo los ha vencido a todos, y habiéndole yo vencido a él, su gloria, su fama y su honra se ha transferido y pasado a mi persona,

y tanto el vencedor es más honrado
cuanto más el vencido es reputado;

así que ya corren por mi cuenta y son mías las inumerables hazañas del ya referido don Quijote.”

El que vence a otro, se apodera hasta de su historia, de la confección de la misma. Esa es la razón histórica.

“Admirado quedó don Quijote de oír al Caballero del Bosque, y estuvo mil veces por decirle que mentía, y ya tuvo el mentís en el pico de la lengua, pero reportóse lo mejor que pudo, por hacerle confesar por su propia boca su mentira”, así que se lo puso en duda.

Insiste y da pelos y señales el del Bosque, a lo que don Quijote busca una explicación, aunque sea sobrenatural, que aclare el evidente malentendido, para concluir:

“Y si todo esto no basta para enteraros en esta verdad que digo, aquí está el mesmo don Quijote, que la sustentará con sus armas a pie o a caballo o de cualquiera suerte que os agradare” Y con esto se aprestan al duelo.

Como sean los escuderos convocados a los arreglos de encuentro y le diga el del Bosque que ellos también tendrán que habérselas como es costumbre entre escuderos, le replica Sancho:

“—Esa costumbre, señor escudero —respondió Sancho—, allá puede correr y pasar con los rufianes y peleantes que dice, pero con los escuderos de los caballeros andantes, ni por pienso. A lo menos yo no he oído decir a mi amo semejante costumbre, y sabe de memoria todas las ordenanzas de la andante caballería. Cuanto más que yo quiero que sea verdad y ordenanza expresa el pelear los escuderos en tanto que sus señores pelean, pero yo no quiero cumplirla, sino pagar la pena que estuviere puesta a los tales pacíficos escuderos, que yo aseguro que no pase de dos libras de cera, y más quiero pagar las tales libras, que sé que me costarán menos que las hilas que podré gastar en curarme la cabeza, que ya me la cuento por partida y dividida en dos partes. Hay más, que me imposibilita el reñir el no tener espada, pues en mi vida me la puse".

Argumenta: Es cosa de rufianes. No hay tal ordenanza. Si la hubiera prefiere pagar por su incumplimiento que menos le costará que la cura. No tiene ni tuvo nunca espada.

Peleemos a talegazos, que tenemos, dijo el del Bosque. Pues cualquier cosa vale para pelear.

No le parece mala idea a Sancho ya que con las talegas no se harán daño, pero le saca de su error del Bosque al señalarle que tienen que ir llenas de guijarros para herirse.

Rechaza Sancho la idea e insiste el del Bosque que al menos peleen media hora. Le recuerda Sancho lo feo que sería dañar a aquel con el que ha compartido cena, cuanto más a secas y sin cólera alguna. Por lo que el del Bosque propone provocársela con tres o cuatro bofetadas

“Contra ese corte sé yo otro —respondió Sancho— que no le va en zaga: cogeré yo un garrote, y antes que vuestra merced llegue a despertarme la cólera haré yo dormir a garrotazos de tal suerte la suya, que no despierte si no fuere en el otro mundo”

Pero añade que “lo más acertado sería dejar dormir su cólera a cada uno, que no sabe nadie el alma de nadie, y tal suele venir por lana que vuelve tresquilado, y Dios bendijo la paz y maldijo las riñas; porque si un gato acosado, encerrado y apretado se vuelve en león, yo, que soy hombre, Dios sabe en lo que podré volverme, y, así, desde ahora intimo a vuestra merced, señor escudero, que corra por su cuenta todo el mal y daño que de nuestra pendencia resultare"

Finalmente, con la llegada del alba y a la vista de la extraordinaria nariz del escudero se refugia en un árbol.

La reflexión en este punto cuando los países ricos bombardean Libia para proteger a la población de Gadafi es comprender como en las interpretaciones del Quijote solo se ha prestado atención al héroe. Las bien intencionadas razones de Sancho no son sino vanas, utópicas, idealistas; no hay tal en la tierra donde se pueda escapar a la violencia y a la participación en ella; son los caballeros los que, asumiendo la realidad del mundo, se ponen en vanguardia sin vacilación y son esos los prácticos, los necesarios. Aquí en España ha habido unanimidad entre los grupos políticos a intervenir en Libia, son estos también los que se ponen a la vanguardia de lo que de otro modo es ajeno al perezoso vulgo liderándonos y ofreciéndonos sus buenas y argumentadas razones para que la intervención sea democrática.

La argumentación de Sancho, en efecto, es cosa de la comedia, de las narizotas, los caballeros andantes no existen en realidad; hablar si pueden hablar como si lo fueran, pero los que realmente andan, en nuestra época, es decir son bombardeados, o con más suerte, los que bombardean son los Sanchos.

Además que no hay mucho riesgo, al crear una zona de exclusión, simplemente se les bombardea a ellos, posiblemente las potencias no tengamos bajas, no más que ciertos gastos, que luego se cobraran a Libia, que podrá pagarlos con el petróleo. Tu dime de qué lado estar cuando no hay más que esquinas en el mundo.

Cierto, ¿Cómo se puede consentir que haya gente que viva en esas residencias o jaimas, con esas posesiones y cuentas corrientes mientras la mayoría de la gente, especialmente los jóvenes en el norte de África no tiene trabajo ni seguridad social? Todo gracias a ese control y represión dictatorial tan crudos.

Cuando el pueblo se ha manifestado por la democracia, el régimen ha utilizado la fuerza. Y hubiera acabado con los rebeldes en días causando una masacre que hemos sido capaces de evitar. No pretendemos echar a Gadafi, sino solo que no masacre a su pueblo por eso le hemos inutilizado las armas; el desarrollo es mayor si además de incluir el servicio de venta y posventa añade un servicio ejecutivo de obsolescencia. Lo que pasa es que la producción se hace cada vez más en China por lo que cuidado con tanta aceleración de la ídem.

Este caso de Libia nos manifiesta una vez más la gran verdad que expone don Quijote en su discurso de las Armas y las Letras; que el fin de la guerra es la paz. Así la intervención occidental es humanitaria, la de Gadafi intenta mantener el orden constitucional, pero, ¿la de los rebeldes demócratas libios que fin de paz tiene? Dice Kant en la Paz Perpetua que la rebelión no puede hacerse pública, pues perjudicaría su objetivo, por lo tanto siempre es injusta, aunque no quiere decir que lo sea. No consta que se interesase mucho por el Quijote.

Cervantes tuvo que pintar a Sancho feo y, peor, pobre y sirviente, para hacerlo pasar desapercibido detrás del cartón de su amo y poder publicar y esperar que fuese la simple razón, que no tiene vestiduras, la que se encontrara y en él se descubriera, pues ni tiene espada ni nunca se la puso.

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