domingo, 21 de noviembre de 2010

Quien es Dulcinea

Bueno, la aventura con los comerciantes toledanos puede tener como referencia no solo la fallida invasión de Inglaterra, sino cualquier guerra; en su tiempo todas las del Imperio español que las hacía hacia todos los puntos cardinales: frente a los musulmanes, especialmente turcos, en el Mediterranéo, frente a los protestantes en Europa Central y anglicanos en Gran Bretaña, e igualmente por fidelizar a los americanos, africanos y asiático.

El encuentro con los toledanos nos permite confrontar y confirmar sus elementos con los que le llevan a Cervantes a crear un personaje que perdió el juicio de tanto leer las “entrincadas razones” de los libros que leía por las que “desvelábase por entenderlas y desentrañarlas el sentido, que no se lo sacara ni las entendiera el mesmo Aristóteles, si resucitara solo para ello”.

“En resolución, él se enfrascó tanto en su letura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro de manera que vino a perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encantamentos como de pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles; y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones”.

“En efeto, rematado ya su juicio, vino a dar en el más estraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo, y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra como para el servicio de su república, hacerse caballero andante y irse por todo el mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras y a ejercitarse en todo aquello que él había leído que los caballeros andantes se ejercitaban”.

A continuación se dio cuenta que no era suficiente todo lo que había hecho, pues comprendió la necesidad de una Dulcinea.

“Limpias, pues, sus armas, hecho del morrión celada, puesto nombre a su rocín y confirmándose a sí mismo, se dio a entender que no le faltaba otra cosa sino buscar una dama de quien enamorarse, porque el caballero andante sin amores era árbol sin hojas y sin fruto y cuerpo sin alma. Decíase él:
—Si yo, por malos de mis pecados, o por mi buena suerte, me encuentro por ahí con algún gigante, como de ordinario les acontece a los caballeros andantes, y le derribo de un encuentro, o le parto por mitad del cuerpo, o, finalmente, le venzo y le rindo, ¿no será bien tener a quien enviarle presentado, y que entre y se hinque de rodillas ante mi dulce señora, y diga con voz humilde y rendida: «Yo, señora, soy el gigante Caraculiambro, señor de la ínsula Malindrania, a quien venció en singular batalla el jamás como se debe alabado caballero don Quijote de la Mancha, el cual me mandó que me presentase ante la vuestra merced, para que la vuestra grandeza disponga de mí a su talante»

Don Quijote es el brazo armado, Dulcinea es la va a gestionar los recursos que el vencido pone a su diposición. Dulcinea es, por tanto, incuestionable, lo incuestionable.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Quien es Dulcinea

Comenzamos nuestro análisis de los capítulos del protoquijote con la segunda aventura. Recordemos la novela; don Quijote se vuelve loco de leer tantos libros de caballerías, se cree caballero andante, sale en busca de aventuras, llega a la venta donde se ordena caballero, su primera aventura es la del encuentro con Juan Haldudo dando latigazos a su pastor Andrés y su segunda aventura es la que copio aquí, su encuentro con los mercaderes toledanos (versión de Franciso Rico -Cervantes virtual):

"En esto, llegó a un camino que en cuatro se dividía, y luego se le vino a la imaginación las encrucijadas donde los caballeros andantes se ponían a pensar cuál camino de aquellos tomarían; y, por imitarlos, estuvo un rato quedo, y al cabo de haberlo muy bien pensado soltó la rienda a Rocinante, dejando a la voluntad del rocín la suya, el cual siguió su primer intento, que fue el irse camino de su caballeriza. Y, habiendo andado como dos millas, descubrió don Quijote un grande tropel de gente, que, como después se supo, eran unos mercaderes toledanos que iban a comprar seda a Murcia. Eran seis, y venían con sus quitasoles, con otros cuatro criados a caballo y tres mozos de mulas a pie. Apenas los divisó don Quijote, cuando se imaginó ser cosa de nueva aventura; y, por imitar en todo cuanto a él le parecía posible los pasos que había leído en sus libros, le pareció venir allí de molde uno que pensaba hacer. Y, así, con gentil continente y denuedo, se afirmó bien en los estribos, apretó la lanza, llegó la adarga al pecho y, puesto en la mitad del camino, estuvo esperando que aquellos caballeros andantes llegasen, que ya él por tales los tenía y juzgaba; y, cuando llegaron a trecho que se pudieron ver y oír, levantó don Quijote la voz y con ademán arrogante dijo:

—Todo el mundo se tenga, si todo el mundo no confiesa que no hay en el mundo todo doncella más hermosa que la Emperatriz de la Mancha, la sin par Dulcinea del Toboso.

Paráronse los mercaderes al son destas razones, y a ver la estraña figura del que las decía; y por la figura y por las razones luego echaron de ver la locura de su dueño, mas quisieron ver despacio en qué paraba aquella confesión que se les pedía, y uno dellos, que era un poco burlón y muy mucho discreto, le dijo:

—Señor caballero, nosotros no conocemos quién sea esa buena señora que decís; mostrádnosla, que, si ella fuere de tanta hermosura como significáis, de buena gana y sin apremio alguno confesaremos la verdad que por parte vuestra nos es pedida.

—Si os la mostrara —replicó don Quijote—, ¿qué hiciérades vosotros en confesar una verdad tan notoria? La importancia está en que sin verla lo habéis de creer, confesar, afirmar, jurar y defender; donde no, conmigo sois en batalla, gente descomunal y soberbia. Que ahora vengáis uno a uno, como pide la orden de caballería, ora todos juntos, como es costumbre y mala usanza de los de vuestra ralea, aquí os aguardo y espero, confiado en la razón que de mi parte tengo.

—Señor caballero —replicó el mercader—, suplico a vuestra merced en nombre de todos estos príncipes que aquí estamos que, porque no encarguemos nuestras conciencias confesando una cosa por nosotros jamás vista ni oída, y más siendo tan en perjuicio de las emperatrices y reinas del Alcarria y Estremadura, que vuestra merced sea servido de mostrarnos algún retrato de esa señora, aunque sea tamaño como un grano de trigo; que por el hilo se sacará el ovillo y quedaremos con esto satisfechos y seguros, y vuestra merced quedará contento y pagado; y aun creo que estamos ya tan de su parte, que, aunque su retrato nos muestre que es tuerta de un ojo y que del otro le mana bermellón y piedra azufre, con todo eso, por complacer a vuestra merced, diremos en su favor todo lo que quisiere.

—No le mana, canalla infame —respondió don Quijote encendido en cólera—, no le mana, digo, eso que decís, sino ámbar y algalia entre algodones; y no es tuerta ni corcovada, sino más derecha que un huso de Guadarrama. Pero vosotros pagaréis la grande blasfemia que habéis dicho contra tamaña beldad como es la de mi señora.

Y, en diciendo esto, arremetió con la lanza baja contra el que lo había dicho, con tanta furia y enojo, que si la buena suerte no hiciera que en la mitad del camino tropezara y cayera Rocinante, lo pasara mal el atrevido mercader. Cayó Rocinante, y fue rodando su amo una buena pieza por el campo; y, queriéndose levantar, jamás pudo: tal embarazo le causaban la lanza, adarga, espuelas y celada, con el peso de las antiguas armas. Y, entre tanto que pugnaba por levantarse y no podía, estaba diciendo:

—Non fuyáis, gente cobarde; gente cautiva, atended que no por culpa mía, sino de mi caballo, estoy aquí tendido."

A mi este capítulo me trae a la memoria a Felipe II y su intento de conquistar Inglaterra para someterla a la disciplina católica. Como Felipe II fue perjudicado y derrotado a causa de las tormentas que diezmaron la Armada Invencible, así tuvo don Quijote la mala suerte de que tropezara Rocinante, de otro modo es muy posible que hubieran acabado confensando unos y otros.

Lo comentaremos más detenidamente en el próximo post.

jueves, 18 de noviembre de 2010

El protoquijote

Posiblemente te hayan parecido muy extrañas y oscuras mis expresiones del post anterior. Disculpame, por favor, ten solo un poco de paciencia, voy a intentar explicar a que me refiero.

Primero de todo quiero señalar que el Quijote en su origen fue seguramente compuesto como novela ejemplar originalmente limitado a la primera salida, así está casi universalmente reconocido por sus estudiosos. Esto significa que la tesis/propuesta inicial de Cervantes al dar a luz a su caballero se expone en esa primera parte, el llamado protoquijote, y a esta salida le sumará luego más y más aventuras o experiencias, tanto en la continuación que da lugar a la primera parte completa como a la segunda parte entera. En esas aventuras añadidas se repetirán y expresarán siempre, en gran medida, la misma tesis desde diversas perspectivas.

Vamos pues a analizar esos primeros capítulos y veremos que está muy claro a lo que se refieren y servirán para explicar todo el Quijote, así como las raras expresiones del anterior post.

lunes, 15 de noviembre de 2010

El Quijote ensimismado (continuación)

Ironía. O indeterminación es el estilo del Quijote para muchos de sus comentaristas con buen criterio, sobre todo por su manía de cambiar a su acomodo los nombres. Cervantes pone en boca de su Quijote que el de Avellaneda, patrocinado por Lope, es peor que el suyo por confundir a Teresa Panza con Mary Gutiérrez, la mujer de Sancho. Nos vemos en la necesidad de decir los que hemos leído la primera parte del Quijote que Cervantes en este punto miente. No le importa mucho, solo quiere apuntar a la actitud jerarquizante, dependiente y limitada, del de Avellaneda/Lope.

Hemos rechazado arriba la locura y la sinrazón porque no servirá para entendernos –qué es de lo que se trata cuando nos comunicamos ¿no?- Los nombres sirven para confundirnos pues la comunicación es la transmisión de una experiencia.

A Cervantes no le importan los nombres porque no impone, no confirma, ninguno, escenifica las aventuras de don Quijote para burlarse de las representaciones rituales poniendonoslas a otra luz ¡Anatema! para hacernos libres de elegir lo que nos convenga. ¿Y como lo hace? Desafiando los nombres.

Necesitan inspiración los que combaten, pero los que queremos cooperar necesitamos entendimiento.

jueves, 11 de noviembre de 2010

El perro del hortelano y don Quijote

Buen número de los comentaristas del Quijote presentan a su protagonista como un avatar humano con lo que alabando su locura confiesan su propia sinrazón.

No. La locura o la sinrazón no pueden ser manifestación de lo humano sino al contrario. La ironía como estilo del Quijote es la prueba de lo que digo.

Cierto que al gran Lope de Vega no le hizo ninguna gracia el Quijote, pero fue precisamente por identificarse, como esos, con el apasionado caballero.

Lope de Vega, siendo ya cura tenía que escribir cartas de amor por encargo de su noble mecenas. Cuántas impertinencias se había visto en necesidad de escribir antes de ordenarse…

Propongo que le hagamos una sonriente estatua como patrono, santo y mártir, de Santa Ironía porque él lo vale ¿quién no gusta de bailar a su música?

domingo, 31 de octubre de 2010

Fausto y don Quijote

El héroe ejemplar del Quijote es el cautivo que nos mira la bandera blanca de paz, mientras el héroe fracasado no consigue evitar el holocausto.

Y, en efecto, así fue que don Quijote enristró la lanza para salvar a los judíos ya que no a los moriscos hasta la segunda parte.

Frente al cautivo Don Quijote nos hace dudar de todo hasta engendrar al Dr. Faustus de modo que su vagina tiene que arrepentirse, como hizo en su día el miserable don Quijote, por haber enviado a la violencia, el socio del diablo, al cielo.

Grossman más que salvar quiere humanizar a los judíos para lo que tendríamos que dar marcha atrás 10.000 años volviéndonos a engañar sobre nuestras capacidades, o engendrar a Marlowe en el siglo XIX.

sábado, 23 de octubre de 2010

Hamlet y el Quijote

Shakespeare escenifica una representación que es un espejo, mientras que Cervantes la crea para luego destrozarla con la espada de su justiciero.

Representar, fingir, adorar son actos que reflejan el orden del mundo, como dice Confucio.

Uno nos muestra la cruel tragedia humana mientras el otro una ¡comedia honesta!, en la que no se olvida de pagar los desperfectos que causa.

Si la tragedia consiste en pagar a los actores por fingir, pues estos no quisieran cobrar sin aportar beneficio ni morir por gusto, en esta simpar comedia muere don Quijote encaminado a la gloria por su virtud.

Así es, en efecto, que también pagando se obtiene gloria y riendo ahorro.